No se nada de Ruth: NO SE PUEDE TAPAR EL SOL


A Fernandito. No huyas de la verdad, te hará libre.

No sabría decir que es peor, contemplar como una relación se consume inexorablemente, o padecer los efectos de una ruptura consumada. En mi caso, no tener a Ruth me enfermó más que retenerla sin recibir sus caricias. Durante las tres semanas posteriores a nuestro último encuentro apenas salí a la calle, no hallaba incentivo alguno en hacerlo, cada recoveco parecía haber atrapado su esencia y tenía la sensación de que era la única pieza de la urbe siquiera salpicada por ella. Despertaba entre lágrimas y caía en brazos del sueño agotado por los lamentos, un sinvivir hacia una muerte anhelada que tardaba en sobrevenirme.

Cada día me atormentaban los mismos fantasmas, no habría un mañana, otra sesión de cine, otra cena juntos, otro viaje, otro motel furtivo en el que amarse, otra puesta de sol... Me martirizaba tratando de encontrar explicaciones de cómo había regresado la sordidez a mi vida, de porque había perdido su cariño. Durante esos tres años me había entregado en cuerpo y alma a hacerla feliz, a suministrarle todo el cariño que podía dar, a agradecer a los cielos la fortuna concedida por enviarme un ángel. Con gran dolor, Era incapaz de asimilar su ausencia.

Sin embargo, ella nunca llegó a quererme, por pura esencia, cuando contemplaba la posibilidad de que podía enamorarse, solía expulsarlo de su lado alegando que se creía demasiado joven para afrontar una relación definitiva, estéril resultaba tratarla con pies de plomos o entregarle el aval de Shylock, no quería deternerse ante nada ni nadie, ella era lo primero, los demás, solo peones en el inmenso tablero de su vida. No fui una excepción a su defensa española.

En aras a curar el mal de amores, trataba de revisar su elenco de virtudes, vanidad, mal carácter, soberbia, excesivo orgullo, necesidad de destacar por encima de los demás...Poco o nada tenían que ver con mi forma de ser, lejos de ser malcriado y caprichoso. Pese a ello, la maldición no cesaba y seguía queriéndola, odiándome por ello. Mientras, los días se íban sucediendo y me encontraba tan hundido, desorientado, que apenas lograba recordar el infierno del último año, la larga travesía en medio del desierto de su corazón, solo Ruth, solo podía concentrarme en ella, en que por arte de magia se le ocurriese marcar mi número de teléfono, lo que jamás llegó a ocurrir, dejando claro que se encontraba mucho mejor sin mi y que el tiempo no pasa tan rápido como dicen que lo hace.

Más que por ilusión, por cansancio, decidí restaurar el equilibrio perdido, coger el toro por los cuernos, que otra cosa podía hacer, olvidar lo más rápido posible, encerrado en mi cuarto no hacía otra cosa que fumar sin parar y dejar que las horas transcurriesen sin sentido. Opté por abandonar el viciado e irrespirable aire que se concentraba entre las cuatro paredes de la improvisada celda y salir a la calle. Precisamente, Antonio me realizó una llamada, dando al traste la énesima ilusión de que al otro lado de la línea se encontrase Ruth, con quien hubiese preferido tomarme unas cervezas en lugar de con mi amigo, pero no obstante, no desperdicié la oportunidad de reemprender el vuelo, quemaríamos juntos todos los bares de la ciudad, cerraríamos todos los pubs y seguramente el último, lo abandonaríamos acompañados de dos chicas con ganas de juerga.

Me duché apresurado y tal vez por ello me empapé de perfume como un quinceañero e incluso mis huesos toparon con el suelo mientras trataba de entubarme los pantalones. Agarré la primera cazadora que tenía a mano y puse fin a mi hermetismo, quería creer que en el exterior todavía quedaban cosas que merecían la pena.

Fijamos nuestro encuentro en La Luna, una cafetería de amanerados donde se congregan los cachorros de la burguesía coruñesa. Nunca me han gustado esos ambientes, pero Antonio siempre ha tenido un ramalazo pijo que no trata de ocultar. Confundido entre las mezcolanza de colonias de esos jóvenes engominados con problemas de dicción, mi cautiverio tocaba su fin y tras unos cuantos codazos para abrirme paso entre esos extraños seres con curioso acento, alcancé a ver al fondo del local la cara de mi amigo, distorsionada por el vidrio de la jarra de cerveza que se aposentaba en la mesa que ocupaba, al tanto de mi irrupción entre esa juramenta de necios. Aproveché el paso próximo de un camarero para hacerme con otra. Por avistarme y haber sido testigo de la conversación con el chico, Toño esbozó una amplia sonrisa correspondida por otra por mi parte.

  • !Que tal pirata!- exclamó Antonio.
  • Bien...-respondí sin mucho entusiasmo.
  • Te veo bajo muchacho- Desde que el muy cretino había visto Annie Hall, había incorporado machaconamente la palabra muchacho a su vocabulario, empleándola del mismo modo que el tipo que se dirige así a Woody Allen durante todo el film, con cierta condescendencia, lo cual me sacaba de quicio.
  • ¿que te pasa muchacho?-Insistió al no darse por satisfecho con la primera respuesta-
  • La revolución ha muerto. Siempre me he creido un utopista ilimitado y la verdad nunca me he esforzado en dejar de serlo. Ahora sé que Ruth no es Anastasia pero poco importa ya, como te he dicho, la revolución ha muerto, con independencia de que ella sea una Romanov, ha caido por cuestiones más importantes que la posible descendencia del Zar Nicolás-
  • ¿Que dices?-Preguntó sorprendido mi amigo- Me encantaba martirizarlo de esta forma, contándole extravagantes sainetes que de antemano sabía no atinaría a comprender.
  • Quiero decir que, no son relevantes mis sentimientos hacia La Rubia, Ruth no quiere saber nada de mi y eso es lo importante- Me expliqué a duras penas, sin otorgar el verdadero sentido a la delirante reflexión que lo había desconcertado-.
  • Pero muchacho, ¿te das por vencido después de todo lo que habéis pasado juntos?
  • Tio, a ti que te gusta tanto Sabina, ¿no sabes que el destino es un maricón?¿Que demonios quieres que haga? Joderme y punto, sus explicaciones resultan tan pueriles y absurdas que no consigo llegar a otra conclusión... Se aburría, se aburría... Si no hubiese estado tan preocupada por estar perennemente acompañada por sus amigas íntimas no se hubiese aburrido tanto, !menudo soy yo para ir de juerga!...Solo era el segundo plato amigo mío, el pañuelo de lágrimas para los malos momentos, en los buenos, le sobraba. Es una miserable, ¿verdad? ¿te lo puedes creer? Incluso llegó a decírmelo, Christian, tú no eres una prioridad para mi, naturalmente, no me paso la vida hablando de los disparos del sábado pasado, ni fumando canutos sin parar con cuatro melenudos guarros con tanta mierda en el cabello como en el interior de su cabeza...Valores como el cariño, el amor sincero, la amistad resultaban irrelevantes frente al hachis, la farlopa o el conocer gente, !Joder, cuanto la odio!, !Es increíble que poca importancia ha dado desde siempre a la gente que la quiere de verdad! !No como a esa zorra de mierda de Lydia que se la mete doblada cuando puede! Ahora eso sí, yo tengo los peores defectos del mundo, soy irascible, un sobón, siempre estoy pensando en lo mismo, !Como si fuese demasiado dos veces al año! !Joder, cuanto daño me ha hecho esa condenada bruja!
  • Bueno...En fin...¿Has ido a ver Sommersby, la última de Richard Gere?-Así es Antonio y así hay que quererlo. Tu vida puede estar despedazándose por completo que cuando se aburre de escucharte cambia de tema a la velocidad de la luz. A veces pienso que mis inquietudes le importan un pimiento y otras, que no entiende nada de lo que le digo. No sé, insisto, hay que quererlo tal cual es, en el fondo y en la superficie, a su manera, me quiere.

Opté por introducirme en su diálogo de besugos sin más, si seguía dando rienda suelta a mi exacerbado odio por Cruella me saldría un sarpullido en la piel, además, la jarra de cerveza estaba medio vacía y consideré excesiva la proporción de tres cuartos de agua de nuestro cuerpo, pedí la segunda y una vez consumida, continuamos mi epopeya después de tanto tiempo enclaustrado, de cantina en cantina, sin que mi alma encontrase un cuerpo al que acariciar, siquiera el de los cien quilos con la que tome unas copas en el Glass.

La mañana siguiente fue de órdago a la grande, mis ojos eran incapaces de abrirse, mi cabeza amenazaba con resquebrajarse y en cualquier momento mi estómago, con estallar en erupción. Aún con todo, a eso de la una de la tarde, logré despistar a las sábanas y a duras penas, arrastrarme al cuarto de baño para expulsar lo que unas horas antes me había costado tanto dinero adquirir. Unos minutos más tarde me sentí aliviado, aunque con una honda sensación de debilidad que dificultaba mantenerme equilibrado. Horas más tarde, a no ser por un intenso dolor de cabeza, el parte físico reflejaba una notoria progresión, no así el psíquico. Lo que había pretendido enterrar la otra noche no solo seguía ahí, sangraba aún más: Ruth, la dulce Rubia que me había robado el alma, la mujer que odiaba querer... Me encontré justificando cada una de sus agresiones, las conclusiones de las que había hecho partícipe a Antonio ahora se me presentaban desde otro ángulo de visión, transformaba todas y cada una de sus maldades hasta entenderlas como vicios propios de la edad, residuos que perduraban de una adolescencia mal curada. Incluso, hallé explicaciones al fracaso en mi mismo, cuando mis actos no fueron siquiera tales, solo reacciones, simplemente reacciones... Pero de que sorprenderse, de igual forma me había comportado durante un trienio, para que negarlo, si no como lo hubiese soportado...Durante esa época la quise más que ella a mi, cualquiera que nos conociera puede aseverarlo, a nadie se le escapaba quien hacía de rey y quien de vasallo, cruel papel que me tocó desempeñar, despreciado por una reina que solo me quería cuando quería, apartándome de su lado con sus ademanes, careciendo de piedad cada vez que me pasaba su independencia por delante de mis narices...Solo fui la pérgola precisa cada vez que no se sentía bien.

Contemplarme travistiéndola de bondad y ternura me hizo reaccionar, era hora de olvidar a esa sucia puerca de ojos azules y gran hermosura, tras la que se ocultaba la hija bastarda de Belcebú.


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