No sé nada de Ruth: VI. EN RUTA.



A Iván El Puma, por aquello y aquella botella de whisky que nos cobramos en El Boquetillo de la bendita Fuengirola. Supongo que el tiempo te habrá hecho olvidar ambas canalladas. En cualquier caso, sirva esta dedicatoria como enésima súplica de disculpas.


Desperté cuando mi hermana Laura entró en mi habitación para recoger su discman olvidado en el buró. Abrí los ojos al percibir el inevitable susurro provocado por la búsqueda a tientas y a ciegas del reproductor. A continuación tosí, y por el rumor de mis bronquios tabicados, la pequeña pudo presentir que el inquilino decadente de la casa se encontraba ya, desperezándose a golpes de pulmón. Me miró esbozando una sonrisa y me deseó las buenas tardes.

- ¿Pero qué hora es?- Le inquirí sacudido- Laurita repitió el gesto afectuoso y abandonó el cuarto sin decir palabra. Apresurado, eché un vistazo el carillón y pude evidenciar que era más bien, la hora de la merendar, me aguardaba la sutil ironía de mi madre cuando plantase los sudarios. Afortunadamente y para mayor sorpresa, no había ni una leve sombra de una marea traicionera ni un díscolo e inoportuno dolor de cabeza, por lo que sin perder más tiempo me levanté y alivié la vejiga durante un par de minutos, efectos colaterales de una frenética madrugada. Después dirigí mis pasos hacia la sala, donde pude comprobar que mis padres habían salido. Me deleitó saber que evitaría las tradicionales monsergas de que vas a acabar mal, llevas una vida de crápula, sales todos los días y toda esa clase de frases hechas que los hijos escuchan cuando se saltan el Rosario. Irredento en la contrición, no perdí un segundo más y llamé a Iker, que también parecía hallarse en buenas condiciones, hasta el punto de que había sido más rápido que yo y esas alturas de la resaca ya se había citado con Roberto para tomar unas cervezas. ¡Fantástico, otra vez juntos los tres!


Roberto es un tipo estupendo, un inmenso San Bernardo con un gran fondo. Ser su amigo supone todo un episodio, jamás te aburres un solo instante en su compañía, puedes hablar de cualquier cosa durante horas sin perder interés por el argumento de la charla, sus deliberaciones resultan siempre sugestivas e igualmente, su comicidad no conoce límites, detenta un humor rara avis repleto de malicia pero siempre cuidadoso con los demás, a los que nunca hiere con sus comentarios. Roberto asimismo, es un amigo de los de siempre, de los pocos que me quedan, sobre todo de esa época extraordinariamente revuelta que me ha tocado vivir o que elegí vivirla voluntariamente para mi suerte o desgracia.


Aún restaban un par de horas para nuestro encuentro, pero precisaba salir de casa imperiosamente, desde aquel no tan lejano mes de Septiembre en el que había puesto fin a mi confinamiento, apenas era capaz de permanecer más de cinco minutos en mea reques sin experimentar reacciones claustrofóbicas. Resolví bajando a dar un paseo por la playa del Orzán, en la que durante mi infancia solía ir a calarme con Tío Luis todos los veranos. Chapoteaba durante horas hasta que mi piel se plisaba de tal forma que apenas gozaba de sensibilidad en los extremos de mis manos. Disfrutaba desairando a las olas que terminaban por envolver mi pequeño cuerpo, liberándolo de pueril adrenalina. Al cumplir los quince abandoné las abluciones, las ondas marinas pasaron a ser un motivo de sugestiva contemplación y el sol veraniego canicular fue sustituido por la envergadura de la Luna de Julio y Agosto. Junto a mis aliados, intercambiaba inquietudes alrededor de una pequeña e improvisada fogata enamorándonos del devenir del Océano Atlántico, siempre acompañados por una manida guitarra española en la que trastear legendarias canciones a ritmo de sinuosos acordes prohibidos. Por su parte, los más pícaros se recreaban en la armonía y otros encantos ofertados por la vida, particularmente los de cualquier joven previamente persuadida a acompañarles al coso, regalándole toda clase de mentiras maravillosas para dar rienda suelta a sus más primitivos y lascivos instintos, fácilmente disculpables por la candidez. Años después tomó el relevo Sabón, pero aquello ya no fue lo mismo, ni estábamos todos, ni los que estábamos, éramos los mismos, el legado del Orzán era irrepetible.

Por el tan entrañable arenal paseé como un nómada, hasta que cargado de tanto caminar, decidí tomar un tregua sentándome en una de las vetas reveladas por la bajamar. Encendí un Chester y tras la primera bocanada letal, comencé a toser convulsivamente, se trataba del primer cigarro de un día marcado por una tormentosa noche que lo había precedido. Como otras tantas veces, prometí que sería el último y como otras tantas veces, mentí execrablemente, continuando mi discurrir displicente saboreando los efluvios de muerte mientras recapacitaba sobre todo lo sucedido en El Pireo hacía unas horas, en particular, mis pensamientos se dirigían a Mar, la cobriza que había soportado mis simplezas con una caridad encomiable. Sentía la necesidad de volver a verla y no encontraba explicación legítima para ello, tal vez porque se trataba de la primera mujer por la que me había sentido atraido desde Ruth. Es posible que solo fuera eso, mejor que solo fuera eso, ni por un momento me hubiese gustado imaginar otra cosa que no fuera eso, al menos por aquel entonces, paseando por el Orzán. Cuando una nueva oleada cancerígena se alojó por completo en mis pulmones, arrojé violentamente la chicharra sobre la arena tratando de expresar mi malestar por la adicción que pronto o más tarde acabará por matarme y un individuo de aspecto estirado que paseaba junto a su perro, advirtió la tan poco afortunada acción.

- ¿Qué chaval, haces lo mismo en tu casa? – Me recriminó-
- ¡No, pero si quieres lo hago en la tuya!-Pasé al ataque-
- ¡Qué chulo eres!!Vaya educación! - No cabía duda de que mi contestación le había increpado, que en el fondo, era lo que buscaba-
- ¡Mira imbécil, para que no quepa duda que soy un maleducado, te voy a dar una bolsita para que recojas la mierda que va dejando por ahí ese perro faldero con el que paseas, gilipoyas! – Protesté-

El arrollado hombrecillo gesticuló con la cabeza como si quisiera apuntarme algo así como que me eximía de la incorrección al valorarme privado de sentido alguno, aunque también es probable que el improvisado aspirante a Nazareno careciera de alguna bolsa en el que depositar los excrementos del can, pasando página por ello, quien sabe, de todos modos recogí la colilla valorando que la razón asistía a aquel sujeto patético y mi acto vandálico no hallaba coartada en la posible descomposición de aquel pobre chucho. Tras corregir el desliz, observé que mi reloj seguía marcando las siete menos cuarto como hacía un rato y por ello busqué algún signo de vida a mi alrededor tratando de que un reloj más o menos certero me pusiese en hora, solo hallando a mi pesar, en la lejanía, la triste silueta de mi antagonista pendenciero y la de su podenco. Deseché acercarme a que me sacara de dudas y abandoné la playa. Ya en el Paseo Marítimo, un señor de mediana edad con un ridículo gorrito estampado, muy amablemente me informó de que excedían cinco minutos de las ocho en punto, disponía de casi media hora para recorrer la exigua distancia que me separaba del Villa, tiempo suficiente que me hizo decidir detenerme a tomar un café en cualquier sitio encontrado al azar. Seguí el sendero propuesto por el itinerario hacia las Plañideras, confluyendo con Rubine, donde consideré oportuno acceder a de las múltiples cafeterías de la corredera, y precisamente la elegida tuvo que ser el Boulevard.

El Delicias fue testigo del ultimo trago con Ruth pero el Boulevard, evocaba recuerdos más dolorosos si cabe que el de de Cuatro Caminos, allí solíamos citarnos. La Rubia residía en Ciudad Jardín, en una fastuosa mansión de tres plantas, con unas impagables vistas a la tan mentada Playa de Riazor. Su familia, de las mas acaudaladas de la urbe, rechazó la incomodidad de otra zona más lumpen como Juan Florez para buscar acomodo en la serenidad de la pomposa zona residencial. Por lo que a mi respecta, respiraba en Zalaeta, por lo que para encontrarnos buscamos un lugar entreacto, el indicado Boulevard de Rubine. Mala idea la de un nuevo Retorno a Brideshead, Ruth nunca fue tanta Ruth como en el Boulevard, a solas, me reverenciaba hinchiéndome de cariño, colmándome de esas difíciles caricias y seleccionados besos. Solos como nos encontrábamos siempre en el Boulevard, lejos de los garfios de sus extorsionadoras amistades, nos sobraba el resto del mundo y su manojo de maravillas. Libre de tener que demostrar a nuestra pandilla su dureza forjada en La Fragua de Vulcano, se mostraba como una criatura sensible, necesitada de dar y recibir, fácil de dañar, alejada de su saña y mordacidad publica. No consigo entender tal metamorfosis kafkiana, a solas, La Rubia parecía quererme incondicionalmente, me definía como a un ser excepcional del que no quería desprenderse y que por la forma en que por momentos me trataba, temía que algún día arrojase la toalla abandonándola a su suerte. Allí en el Boulevard, volvía a enamorarme, rescataba la esperanza de que todo nos iría bien, de que cualquier obstáculo que se nos presentase, lo derribaríamos juntos. En el Boulevard, Ruth me engañaba, solo quería mantenerme a su lado porque disfrutaba de lo que le daba cuando lo necesitaba, pero tardé mas de la cuenta en percatarme de ello y de que lo vivido en El Boulevard no era más que un burdo reclamo, nada más, a mi pesar.

Traté de ingerir el repugnante brebaje mal vendido como café lo más rápido que pude. El mamarracho del camarero hizo caso omiso al ruego de que lo combinase con leche del tiempo, y cada sorbo apresurado enardecía mi paladar, abrasándose por el descuido del condenado camareta. De repente perdí el control sobre mis emociones, volvía a encontrarme cautivo de las desvencijadas paredes del local, guardianas de demasiada historia como para poder obviarla. Dejé a medias el café, pagué y me marché, no podía soportarlo un segundo más, necesitaba respirar aire puro y no el viciado de nostalgia que transitaba en el maldito Boulevard. Medio congestionado alcancé la Plaza de Pontevedra y allí aproveché el agua de una fuente para mojar mi melena, lavarme la cara y humedecer la sien, eso me ayudó a relajarme un tanto, ¿que importancia tenía lo vivido? Las cosas son como son y no como nos gustarían que hubiesen sido, Ruth retornaba a mis ojos como la cruel bruja que me había hecho la vida inadmisible y la coexistencia en el Boulevard o en cualquier otro horrible lugar, una inmensa y repugnante mentira.

Encendí un pitillo y busqué la redención en El Santuario, nuestro querido Villa. En apenas un abrir y cerrar de ojos me encontraba alistándome en el bar de culto donde ya aguardaba Roberto, laborando su rollizo organismo con un grasiento bocadillo de chipirones. El muy glotón es capaz de embutirse cualquier alimento por las fauces, incluso las inciertas delicatessen preparadas por Blanca. Sorprendido en pleno banquete, parecía deleitarse cada vez que sus mandíbulas se separaban para trinchar bocado y sus ojos, desorbitarse acompasando el goloso protocolo, generando el efecto de que el pobre hombre acababa de poner fin a una duradera huelga de hambre. Su orgía gastronómica solo se detuvo cuando se percató de mi presencia. Plantó el pan con cefalópodo en la escudilla y acudió presto a acogerme. Como un oso a su presa me apretujó contra sus carnes con tal ímpetu que escuché el crujido de mis costillas entre sus poderosos brazos.

- ¡Pequeño gran Manitú, hacer muchas lunas que no ver, desde la gran caza del búfalo!¿Estar bien? –Inquirió Rober- Hombre blanco tratar mal, ser traicionero, gran jefe Honehoi Tunai advertirte, pero Pequeño gran hombre testarudo como mula y no hacer caso- Prosiguió el improvisado Sitting Bull- ¡Blanca, servir agua de fuego a guerreros, hacer muchas lunas que no ver: Primero beber juntos y después fumar pipa del reencuentra para bailar danza de la birra!
-¡Hey, whisky no!- Protesté alarmado- ¡Es demasiado pronto!-Añadí-
- Pequeño gran Manitú cerrar boca, gran jefe Honehoi Tunai ha hablado, no discutir!
-¡Venga dos Ballantines!- si no puedes con ellos únete, pensé-

La descomunal Blanca puso en mi poder el agua de fuego y nos sentamos en una de las mesas situadas hacia el fondo del establecimiento para disfrutar de una mayor intimidad. Roberto extrajo de su bolsillo uno de sus paquetes de Partagás y siquiera la desaprobacion reiterada y manifiesta por la contracción de todos los músculos de mi cara pudo evitar que respirara el aroma del pútrido y maloliente cigarrillo negro, francamente inmundo. Tras este preámbulo, se personó Iker, que una vez sentado junto a nosotros, entonó una ilustre tonadilla:

Dan las seis de la mañana
y yo sin poder dormir,
doy mil vueltas en mi cama
Solo pienso en ti
¿que he hecho yo?
Si estoy tan solo
Necesito hablar con alguien...


Se trataba de un viejo tema de los legendarios Burning, ¡Cuantas noches habíamos pervertido esa canción con nuestras infames versiones! El tiempo había convertido al tema a nuestros oidos, en todo un himno a la amistad por la cantidad de recuerdos que evocaba. Proseguimos entusiasmados el homenaje a Pepe Risi los tres a coro, hasta que Blanca recriminó nuestra actitud, razonando que no podía imaginar lo que haríamos cuando estuviésemos curdas, dado que todavía serenos, no éramos capaces de medir nuestro entusiasmo. Su recriminación fue justa.

- Está en lo cierto, dejemos la fiesta para mas tarde- trató de enfriar ánimos Roberto con su consabida sensatez- ya habrá tiempo de entonar cánticos.
- ¿Que, como te va todo?- preguntó El Largo al inmenso San Bernardo-
- Sigo sin poder darle caza al tipo que se esconde en mi nevera, ¡jodido tripero!
- ¡Ja, ja, ja.! -Iker y yo no pudimos atenazar las carcajadas-
- En realidad bien, el negocio prospera, mas justo sería decir que va viento en popa, y aunque este mal decirlo, gano pasta. Por cierto, ¡preparaos!, Mayte se va a Madrid un par de semanas, cuento con vosotros para hacerme compañía…

Roberto es un gran tipo, no solo por lo que ya he explicado, además, es valiente, pronto saboreó las hieles de la vida. Su padre falleció mientras cursábamos el COU y se vio obligado a abandonar los estudios para ocupar su puesto en el negocio familiar, el modesto comercio de ropa del que dependían todos los miembros del clan, Rober, su madre y sus dos hermanos que no alcanzaban la edad para emplearse o emanciparse. Este hecho cercenó sus expectativas de convertirse en arquitecto, vocación a la que tuvo que renunciar y por la que siempre suspiró. Supongo que resignarse a abandonar su sueño le hizo transfigurarse en un ser humano eminentemente pragmático y alejado a la fantasía que nos rodeaba a Iker y a mi en aquellos tiempos.

- En fin, hay que asumirlo- Reflexionó Iker en voz alta- no se puede dejar solo a un amigo, Es una causa justa no dejarle beber solo, eso será un acto tristísimo e irresponsable, no podemos permanecer impasibles ante la soledad del San Bernardo, ¿Qué va a hacer al salir del trabajo si no estamos nosotros para acompañarle y aconsejarle? De ningún modo, resignémonos Chris, nos aguarda medio mes muy intenso, pero nuestra noble cruzada seguro que obtendrá justa recompensa, la rueda de la fortuna de la que hablaba Boecio ha situado a nuestro querido Roberto en uno de esos indecentes ciclos descendentes, pero su decadencia se verá aminorada en compañía de unos de los personajes con más buen gusto de este mundo. Nuestros pecados se verán atenuados por nuestros actos cívicos y humanitarios como este mismo, y en el lejano día que crucemos el Valle de Josafat, esperemos que más tarde que temprano, el que ha de reputarnos bien sabrá que no debe azotarnos hasta perder el sentido, no como a esa necia de Myrna Mynkoff que en su ultima carta, descubierta casualmente por mi madre, mientras vigilaba el estado del Moscatel que cocinaba en el horno, llegó a leer, y por lo que supondréis se mostró congratulada por recibir noticias suyas, ya que siempre la vio como un buen partido para mi, la muy inepta, me alarmó al comunicarme que había conocido a un senegalés con problemas de raquitismo que se ganaba la vida vendiendo Hachís, el cual, según la muy indecente, parecía ser una persona sumamente interesante. Mi válvula pilórica se cerró al leer esto, creo que, definitivamente, la maldita Myrna Mynkoff va a violar a un pobre camello raquítico sodomita.-Iker tenía también sus momentos hilarantes, pocas eran las ocasiones en las que prodigaba esa faceta suya, pero cuando lo hacía, su mente engendraba parábolas que rozaban el surrealismo. En esta ocasión estaba emulando a lgnatius J.Relly, protagonista de la indispensable novela de John Kennedy Toole, La conjura de los necios. El tal Ignatius es un personaje atrapado por su visionaria concepción del mundo, lo cual le hace padecer toda clase de rocambolescas situaciones, roza sin alcanzarla, la completa neurosis.

Continuamos bromeando un buen rato, hasta que la perfecta simbiosis híbrida de cerveza y Ballantines nos sumió en ese estado cuasi místico en el que los argumentos se tornan trascendentes y los coloquios extraordinariamente profundos.

- Mira Christian, tú siempre has sido un tanto utopista, por eso haces esa diferenciación dentro del género humano: No existen algunos hombres buenos y otros malos, solo se es bueno por egoismo, para alcanzar algo, y los que denominas malos, lo son porque su talante estúpido deja traslucir sus actos perjudiciales. No te equivoques, el ser humano es egoista, y por el hecho de serlo, es imposible que cualquier acto de esos que calificas de bondadosos no esconda algún oscuro interés- Afirmó Iker en relación a una valoración anterior-
- O sea, ¿qué todos somos unos hijos de puta? Estás de coña… No sé tú, pero yo suele actuar conforme me gustaría se comportasen conmigo y créeme, no busco otra cosa que no sea sentirme bien conmigo mismo, no encierra ello nada oscuro como afirmas.-Traté de aclarar mi postura-
- Tal vez no me haya explicado correctamente, lo que quiero decir es que desde luego no todo el mundo se dedica a ir dañando a los demás a las claras, solo que cuando alguien realiza uno de esos actos bondadosos y se le reconoce, siente un incuestionable golpe de vanidad, le satisface el reconocimiento y eso no lo entiendo yo como altruismo, existe un interés subyacente y notoriamente egoísta.-Razonó Iker mientras se liaba un cigarrillo-
- Le das demasiadas vueltas a las cosas, buscas profundizar excesivamente en lo instintivo y si pisamos ese terreno, no podremos llegar a alguna conclusión consistente. El instinto es una cosa poco estudiada, salvo en lo referente a sexo, hambre, frío... No perdamos el tiempo, yo creo que sí existen personas buenas y malas, por la propia definición del genero humano sabemos que la diversidad es un rasgo inherente al mismo, por lo tanto, ¿por qué no ha de haber bondadosos y malvados? –Repliqué-
- Estáis dando vueltas sin ton ni son- Interrumpió Roberto- pasan los años y seguís igual, ignoráis la propia naturaleza en sí, no os das cuenta de lo que sucede a vuestro alrededor y por eso sois unos inadaptados. El equilbrio natural implica selección, y para formar parte de ella, en primera lugar hay que concretar la propia adaptación. Poco importa que os quejéis del entorno, por el mero hecho de estar disconforme eso no lo va a cambiar, por el hecho de intentar cambiarlo no necesariamente mudará. Debéis jugar con las cartas que os han tocado, e ir a más o a menos, en eso consiste ese gran Cabronazo que es la vida.
- No puedo vivir sin esperanza, que es lo que propones. La sola idea de que las cosas continúen siendo como son no va conmigo, no va conmigo el hecho de resignarme, para eso esta la superación, sino estaríamos listos, seríamos unos completos borregos.

Mientras lker hacía su particular tasación de las palabras de Roberto, mi cerebro iba por libre, tal vez al San Bernardo no le faltaba razón, pero al larguirucho tampoco, ¿sería posible una vida sin esperanza?, ¿Cómo soportarla? La espeluznante idea de adaptarse a la miseria humana me zarandeaba las tripas, yo uno de esos engominados impresentables o fumando porros con uno de esos demagogos de largos cabellos, no, decididamente no lo poda admitir.

Tras mariposear durante otras cuantas cervezas mas, abandonamos el Villa a la una de la madrugada, el hambre comenzaba a acuciar. Roberto propuso tomar unas tapas en la calle de la Franja e Iker y yo no pusimos trabas a la interesante idea del gigantesco San Bernardo, nuestro estómago sin lugar a dudas, nos lo agradecería. Nos detuvimos en La Viña, donde amén de la suculenta especialidad de la casa, los Tequeños, un compuesto de masa relleno de queso fundido, cocinan unos pinchos de carne asada que quitan el hambre a un paquidermo. Saciamos nuestro apetito con un par de esas tapas de ternera, naturalmente regadas por un Señorío de Sarria que reactivase nuestros, por efecto de la nicotina, atrofiados paladares. Vino y tapa nos supieron a gloria. Al concluir buscamos algún garito tranquilo de la Ciudad Vieja en el que poder continuar parlamentando aislados del bullicio reinante de las tascas de la Franja, Entramos en uno de ellos, no recuerdo su nombre, pero supongo que poco importa. Una vez en el anónimo pub, servidos de cerveza, Iker y yo no pudimos resistir la tentación de relatar nuestra aventura en el Pireo al gran Honehoi, así como las experimentadas por El Largo en los últimos meses.

- Claro, estaba visto, El Iker nunca ha estado demasiado bien de la azotea, y Christian se encuentra todavía traumatizado por su lamentable experiencia con esa impresentable de Ruth. Estaba visto, teníais que terminar de putas. Ya os lo he dicho antes, no os adaptáis, no hacéis nada para hacerlo, y por eso habéis perdido el norte, si seguís así terminaréis cada uno con un tiro en la cabeza abandonados en cualquier cubo de la basura.
- Pero, ¿no lo entiendes?¿parece mentira, no te das cuenta?¡Estoy harto de tanto cinismo, allí no me engaña nadie!- apostilló El Largo visiblemente exaltado- ¡Cada vez que estoy con gente como Antonio y Luz enfermo!¡cada cosa que pienso y digo es susceptible de ser duramente censurada!, y eso que nos conocemos hace años… Ya nada me atrae, todo es mentira, el amor, la amistad ¡todo!, ya nada merece la pena...Todo es interés en esta puta ciudad, las gentes se dedican a cuchichear sobre los demás, no encuentras a una sola persona íntegra con la que puedas departir durante horas y que no te clave un cuchillo poco después… Todo el mundo esta cortado por el mismo patrón ¡Me asquea esta ciudad!- Finalizó Iker pegándole un puntapié a un taburete-
-Estoy con Iker, he dedicado los últimos años a entregarme a una persona, le abrí mi corazón, conoció mis más profundas inquietudes, le regalé hasta el ultimo halito de cariño, le di mi alma….Ella era como todos, inconstantemente normal.
- ¿Qué quieres decir con eso de inconstantemente normal? - Preguntaron mis amigos al unísono.-
- Por decirlo de alguna manera, dándole la vuelta, que normalmente era inconstante, que su desafección con la sociedad solo se producía cuando la ocasión requería mostrarse idealista, cuando sentados con una de sus innumerables amigas íntimas, como aquella zorra de Lidia, tenía la necesidad de demostrar su soberanía dentro de la manada. Ahora, la mayor parte del tiempo su frivolidad traslucía de tal forma que a cualquier persona medianamente inteligente no se le escaparía que La Rubia era muy común, solo transgresora de boquilla.
-Christian, tu antipatía hacia los demás solo huele a derrota, no tiene base. Si cada vez que la vida te pega una patada en el culo te vas de putas vas a tener que ir a vivir debajo de un puente, no creo que tu cuenta corriente llegue a ser tan solvente como para poder soportar tales cargas.- Advirtió Roberto limpiando con un paño sus gafas-
- No digo eso, digo que pocos merecen la pena, el resto son una inmensa caterva de necios que solo dominan el arte de hurgarse la nariz y follar cuanto puedan. Sus cerebros solo regulan acciones motrices sin sentido alguno, caminan, pero no saben hacia donde. ¡No jodas Roberto!¡no creo que de la noche a la mañana haya cambiado tanto tu forma de pensar! Conoces bien la clase de analfabetos funcionales que nos rodean, y en cuanto a mi olor a derrota, sí, he perdido, he perdido por no pasar por el aro, por no soportar por más tiempo a esa puta serpiente, demasiado soporté sus tonterías, demasiados años llevando a cabo esa visión errática de la vida que tienen Luz y Antonio, demasiado tiempo viviendo como lo hacen tantos otros, no me llames inadaptado, lo intenté, y aparté de fracasar, no me gustó.-Antonio y Luz son el prototipo de la pareja ancestral, sus ambiciones se encuentran íntimamente ligadas, no sueñan sin tenerse en cuenta, su vida solo tiene sentido descrita desde una única perspectiva, me ponen enfermo, soy incapaz de entender su planicie, el amor no debiera ser el objetivo principal, creo más bien debe ser una meta secundaria, tiene fecha de caducidad, aunque haya personas que se obstinen en mantener lo contrario, uno de los dos deja de querer, siempre. Es absurdo, por lo tanto, orientar una corta existencia a otra persona, puede fallarte, y después tu vida se queda vacía, yo lo hice una vez y no volveré a hacerlo más, puedo prometerlo. -

La noche fue transcurriendo por los mismos derroteros, hasta que definitivamente el alcohol ejerció su enérgica influencia y pasamos a solo bromear y reir por cualquier motivo y a eso de las tres de la madrugada, la mirada de Iker se tornó inquietante, se trataba de ese rictus del Largo que indicaba que algo no demasiado bueno le rondaba por la cabeza. Junto a su sospechoso silencio, evidenciaba que en cualquier momento algo se avecinaba, como así fue. Propuso tomarnos unos cubatas a Santa Cristina con el pretexto de que hacía tiempo que no visitábamos la zona de copas y que no estaba nada mal variar de vez en cuando. Para aseguramos de que la noche no resultase corta de más, hicimos un fondo común para aprovisionarnos de una botella de DYC con la que continuaríamos la juerga en la playa una vez los pubs echasen el cierre a sus puertas. Hacia allí pusimos rumbo. Iker conducía con suma prudencia por la Avenida de Alfonso Molina, in crescendo una vez divisamos el Puente del Pasaje, ante el temor a un posible control policial en sus inmediaciones. Al llegar al desvío que debíamos tomar a la izquierda, sucedo lo inesperado, o tal vez no, Iker giró el volante de su coche hacia el lado contrario.

- ¿A donde vas chiflado?- gritó Roberto desde el asiento trasero alarmado.-
- Al Pireo Roberto, al Pireo- Resolví sus dudas-
- ¿Como, pero tu ya lo sabías?- Preguntó Roberto mas sorprendido todavía.-
- Solo cuando giró a la derecha lo supe.
- Bueno, sospecho que no tengo elección.- se resignó el San Bernardo.-
- No, pero a mi me gustaría saber de donde vamos a sacar el dinero para las consumiciones…
- Llevo veinticinco mil pesetas en la guantera del coche. -Afirmó Iker-
- Lo tenías pensado desde el principio, ¿Verdad?- revelé mi lógica presunción.-
- Id haciendo los cubatas de esa mierda de whisky- Saqué de mi regazo las botellas y Roberto las fue combinando.-

Iker pisó a fondo el pedal del acelerador vehemente por alcanzar nuestro destino, sus ojos inyectados en sangre se mantenían afianzados en el pavimento que a pasos agigantados devoraba el Corsa. Por su cabeza parecían pelular miles de ideas enmarañadas configurando un pernicioso cocktail exorbitante afín a la demencia, pero yo era incapaz de vaticinar con exactitud lo que le guiaba una vez traspasado el umbral de la cordura. Aquella noche, algún demontre aconsejaba el discurrir de mi amigo que impertérrito, no soltaba prenda, solo gobernaba el vehículo a una velocidad desmesurada y su semblante evidenciaba un ansia infernal por encontrarse con sus amigas. Apenas veinte minutos requerimos para recorrer una distancia que en condiciones normales necesita la mitad de una hora, pero gracias al cielo, no nos quebramos con alguno de los árboles del pasaje hacia el Tártaro, El Largo ostentaba un sexto sentido que no era otro que conocer los íntimos del volante cuando la calzada menguaba. Llegamos. El individuo de la entrada volvió a saludar calurosamente a Iker El Largo, logrando causar el mismo efecto en Roberto que había experimentado en mis carnes la noche anterior. Entramos, y poco después, Mar y Salomé, una vez cumplida su misión en el reservado, nos acompañaron a los sillones donde nos dispusimos a disfrutar de un Gin-Tonic. Por fin estaba junto a Mar.

- Sabía que vendrías a verme.- Dijo Mar apartando la melena de su mejilla derecha en un gesto de coquetería.-
- Yo también.-asentí con la cabeza.-
- Has bebido mucho...
- sí.
- ¿Qué te duele?
- ¿Como que qué me duele? ¿Qué quieres decir?
- Sí, a todos nos duele algo...
- Ya, entiendo… La vida.
- Como a todos.
- Una mujer.
- También lo sabía.
- ¿Y a ti?
- Esa es una pregunta estúpida.
- Sí, tienes razón, perdona bonita.
- Salgo a las cuatro, ahora tengo que dejarte, tengo clientes. Dame un beso.- Mis labios se unieron a los del pecado sin titubeos. Si hay besos para recordar no olvidaré el primero a Ruth, ni a Mar, tiernos, ajenos a la lujuria, inesperados, inolvidables, inalcanzables.

No podía creerlo, ¿qué estaba haciendo yo besando a una prostituta? La evidencia me abofeteaba, no estaba tan liberado de prejuicios como alardeaba, en el fondo no había ejercido tanta resistencia a las anacrónicas doctrinas que me habían inculcado desde niño, algunos arcaicos principios morales permanecían en mi interior. Mar se levantó, guiñó un ojo, y se marchó a trabajar, para mi sorpresa Iker había desaparecido y Roberto, dormía como un lirón, en el otro extremo del sillón, tal vez del mundo. Al no encontrar otra cosa mejor en la que ocuparme, encendí un pitillo para celebrar el primer besuqueo tras La Inundación. Me supo a salvación, había transcurrido demasiado tiempo desde el último y toda una vida desde el postrero auténtico, al menos tres años desde aquel ósculo condenado al olvido de la tan evocada fierecilla insufrible. Progresaron mis quebraderos, tal vez me había apresurado al temer por mi carga de escrúpulos, no tenía repercusión, no era más que eso, el beso de una mujer, que importaba si trabajaba como puta o profesora, era una mujer de carne y hueso.

Al cabo de un rato, Salomé e Iker descendieron por la gradería que da acceso al apartado de la planta superior. El otrora rostro faustiano de mi amigo se observaba reposado y hasta angelical, la placidez interior traslucía tras su sonrisa, la guerra civil había terminado. También sonreí, me agradó que esta vez no hubiese sufrido un gatillazo. Se despidió de Lolita y se sentó a mi lado.

- ¿Qué, más tranquilo?
- ¡Vaya polvazo sinvergüenza!- Celebró Iker.- ¡De verdad, esta chica me vuelve loco, estaría follando con ella una semana entera!
- No te pases…
- ¡No, no, te lo juro!
- Bueno, vale. Oye, he quedado con Mar a la salida.
- Ya te he visto muy acaramelado con ella, ni te enteraste cuando nos marchamos…
- No sé muy bien lo que estoy haciendo, pero me gusta.
-Yo también he quedado con Salomé.
- !Cojonudo!, estaba un poco cagado por estar solo por ahí con Mar...
- Por cierto,¡vaya papa tiene este!. -Advirtió Iker observando el lamentable estado de Roberto.-
- Sí, deberíamos intentar reanimarle.
- Deja que duerma hasta que regresen las chicas y luego lo despertamos.
- De acuerdo.

Pasadas las cuatro de la madrugada, los mozos del Pireo comenzaron a barrer el local, lo que nos alertó de que las chicas no tardarían en dar señales de vida. No erramos el pronóstico, se personaron sin que el barrido hubiera concluido y el fregado iniciado. Parecían diferentes redimidas de los atuendos de guerra y engalanadas a su complacencia que no obstante, no reparaba en disimular sus curvas afortunadas, quizá su atractivo era mayor clandestino, para ser del todo sincero. Mar lucía un vestido largo entallado de color rojo-burdeos que concedía un pequeño escote adornado por una extravagante borla con una piedra verde en el corazón de la pieza. Estaba magnifica, incluso sus rasgos parecían dulcificarse con un maquillaje menos sobrado. Su compañera, Salomé, resplandecía ceñida en un jubón de seda negra y en el azabache del cuero de sus zaragüelles despreocupados por no delatar sus glúteos, insinuando que contraer Ántrax merecía realmente la pena, resultaba absolutamente explosivo el contraste del renegrido con el trigueño de sus cabellos, lo que se podía adivinar en la cara de badulaque que se le había quedado al Largo al redescubrirla, no le quitaba ojo. Sonrieron, cuchichearon entre ellas y despertamos a Rober con mucha dificultad, el San Bernardo tiene un sueño terriblemente pesado, en consonancia con su gran tamaño.

- !Joder!, ¿que coño pasa?- gruñó Rober.-
- ¡Las campanas tocan arrebato!, ¡Nos vamos!- repicó Iker-
- ¡Mierda, con lo bien que dormía! ¡Iros al carajo cabrones!

Nos metimos en el coche de lker. A Roberto le toco de hacer de copiloto, por eso de la escasez de espacio, yo, en el legendario asiento de atrás del Cadillac, configurando una increíble fotografía entre dos bellezas de cine y uno de los zombis de La Fábrica de Warhol, si mi madre me hubiera visto... Tras varias risas y excesos, las chicas propusieron ir a una discoteca próxima a soltar los músculos y pese a que nunca nos hemos acreditado como deslumbrantes bailarines, no pusimos enmienda alguna a la propuesta, la ocasión lo merecía, ¡que caramba! Por su parte, Roberto se decantó por prolongar la siesta acomodándose en el vehículo con la única compañía de la Peligrosa María de Los Suaves, que sonaba en el radiocasete acompasada por los ronquidos del inmenso San Bernardo. Antes de que Yosi entonara el siguiente tema, aterrizamos en el Isis, la discoteca de marras a la que accedimos sin pagar, dado que Mar y Salomé eran clientes asiduos, incluso nos regalaron a cada uno una invitación para consumir.

En el Isis la pista de baile semeja un campo de fútbol, salvo en BCM una disco de Palma, no he contemplado una pista tan grande. En ella individuos de todas las edades sudaban el vicio consumido esa noche moviéndose frenética y fanáticamente al ritmo insufrible de música electrónica. Se podían encontrar todo tipo de engendros: Pastilleros, casados, funcionarios de hacienda, cocainómanos, y por supuesto, mixturas de toda esa clase de escoria. Iker y yo sin lugar a dudas, ejercíamos como máximos representantes del sector del Éter, ya que encontrar a alguien que solo hubiera ingerido desinfectante en la nueva Sodoma era harto improbable. Consolidamos nuestro pequeño vicio con el enésimo whisky, orgullosos de nuestra condición alcohólica y las chicas pidieron un Baileys. Una vez los vasos nos hurtaron astutamente su contenido, decidimos ponernos en evidencia entablando unos pasos de baile y tras un buen rato haciendo el ridículo, las dejamos bailando y fuimos a la barra a pedir una copa más, la penúltima.

- Estos ambientes no son para nosotros - Reflexiono El Largo.-
- Ya, pero ya no sé cuales lo son. -añadí-
- Yo tampoco.
- ¿No te das cuenta?, llevamos toda la vida así, sin encontrar nuestro sitio, no paramos demasiado tiempo en un lugar, nada nos retiene, y lo peor de todo, no tenemos un sitio a donde ir... -Iker tomo su copa y le dio un pequeño sorbo, había bebido demasiado y su singular velocidad había retrocedido a inteligente pausa. Posó el vaso en la barra y se rascó a la altura de la nuca, suspiró y retomo el habla.
- La querías mucho, ¿verdad?
- Con locura.
- ¿Por qué?
- No estoy muy seguro de querer tratar esto contigo.
- ¿Y ella, te quería?-Iker prosiguió su interrogatorio a pesar de mi evasiva-
- No lo creo viejo amigo, no lo creo.
- Al menos sabes lo que es estar enamorado.
- Tú también. –El Largo resopló y volvió a asir el tubo de vidrio para acercárselo a la boca. Esta vez el trago fue prolongado y amargo debido a mi torpeza, sin intención le había propinado un gancho en el estómago a mi fiel compañero, que enmudeció tras mi afirmación. Intuyendo su estado anímico, se me ocurrió arrastrar a la barra a Salomé pensando que tal vez ella, conseguiría reanimarlo. Los dejé solos y me dispuse a humillarme otra vez bailando con Mar. Tuve la impresión de que todas las personas de la discoteca se reían observando mis tristes y torpes pasos, pero no me importó demasiado, como casi nada en esa época de trasgresión, indolencia y rebeldía. De cuando en cuando eché una ojeada hacía la posición ocupada por Lolita y El Largo para constatar la evolución de mi amigo, pero lo único que advertía era una controvertida discusión entre dos amantes inciertos que no era capaz de descifrar.

Dieron las seis y por los altavoces anunciaron el fin de fiesta. No tuvimos otra alternativa que marcharnos. Al llegar al coche, la puerta del conductor estaba abierta, Roberto vomitando. Le ayudamos a incorporarse y una vez se sintió aliviado, emprendimos el viaje de vuelta, la botella del maletero la dejaríamos para otra ocasión mejor. Iker todavía muy serio, llevó a las chicas hasta Santa Cristina, lugar de residencia de Mar y Salomé.

- ¿Recordarás donde vivo?- Me pregunto Mar-
- ¿Sí, por qué?
- Porque mañana libro y quiero que vengas a visitarme.
- No sé si podré...
- Podrás, estoy segura- Sonrió y desapareció entre las sombras del jardín sin mirar atrás. Por supuesto que acudiría a verla.