No sé nada de Ruth: V. UN FALSO BESO



A Joanna, donde quiera que estés.


Mi tablón era excesivo, habíamos bebido la nada desdeñable suma de un arca de lúpulos, no concibo como Iker era tan diestro en conducir en atroces circunstancias. Temí por nuestra integridad en más de una curva, pero San Baco, insigne Patrón de los azorados, veló por nosotros alcanzando ilesos El Pireo, un titánico chalet situado en un margen de la carretera nacional A Coruña- Betanzos, nuestro oscuro punto de destino.
En uno de los laterales de la casa se podía observar un letrero resplandeciente que abrigaba casi la totalidad de la muralla. En el Neón suspendido, además del título que identificaba el local, una chica eléctrica liviana de ajuar advertía a los peregrinos que por una cantidad tratada podría complacerse de compañía femenina. Pude fijarme asimismo que, en la puerta principal, montaba guardia un individuo de edad indefinida aposentado en una silla, mientras susurraba a la Luna tarareandole canciones que escuchaba por el viejo radio-casette postrado a sus pies, sin duda, el cancerbero del lupanar. Nos dispusimos a matricularnos, acercándonos remisamente a ese tipo de lapso incierto que cuando lo tuvimos a uno o dos metros, sonrió y se puso a departir con mi amigo ebrio.

- ¡Hola chaval!, ¿Como te trata la vida?
- Bien Pepe, no me puedo quejar.
- Pues nada Largo, que siga así.
- Oye, ¿han venido las chicas?
- Sí, chaval, sí, je, je…

En el interior había decenas de meretrices que se multiplican por todas partes o al menos eso me parecía, tan nervioso y temeroso que incluso los efectos del alcohol parecían haber remitido en aquellos momentos de incertidumbre. En la barra pude ver a un añejo protervo que simultáneamente se veía impotente de detener la saliva en el interior de la boca, magreaba a una mulata estrujando fuertemente con sus poderosas maños el trasero de la chica. Entre ensalivo e insalivo le decía enséñame un poquito más, solo un poquito más, mientras con lascivia, atendía al instigador y dadivoso escote que lucia la morena. Al fondo, más Minas, toda una hilera de piernas variopintas distribuidas expectantes a que un desconocido que las llevase a uno de los reservados, aguardando asiduos evidentemente. Un par de esos perniles se levantaron y al instante, otro par, dando la sensación que a cada paso, se acercaban peligrosamente hacia nosotros, lo que hizo medrar si cabe mi inquietud. No era, por otra parte, un andar atropellado, mas bien un trote cochinero el que imponían las dos mujeres a su paso, más que nada desoxigenado y esa parsimonia dilató mi grado de enervación, moría por dentro, el miedo pintaba las paredes de mi estomago y deseé no haber entrado jamás, aunque una buena parte de mi, El Lobo, aguardaba impaciente por encontrarse con esas reinas de la noche.

- ¿Qué tal Iker? ¿Quién es tu amigo? Pregunto una de ellas al Largo.
- Se llama Christian, y ya te he hablado de él.- Significó Iker.
- ¿Así que tu eres Christian? - Me preguntó la chica.
- Si, ¿Y tú como te llamas? - Traté de mostrarme seguro.
- Salomé y mi amiga es Mar.
- Encantado de conoceros.

Salomé tendría unos treinta años, aunque era delicado precisarlo, ese tipo de vida a la fuerza avejenta a pasos agigantados y puede que solo por pocos años sobrepasase el cuarto de siglo. Mediría un metro setenta y sus hechuras, rememoraban un glorioso pasado de irresistible Lolita. Tenia una rostro hermoso, adornado por una bella sonrisa que provocaba un profundo deseo de besarla cuando decidía mostrarla, voy más lejos, de abrazarla, acariciarla, de mimarla. Extrañamente no la deseé. Mar por su parte, era más lozana, aproximadamente de mi edad, una tierna edad. Al contrario que Salomé, lucía una larga melena negra y sus rasgos sin embargo eran mas duros que los de la trigueña, no alcanzaba ni por asomo esos cánones nórdicos de belleza, que por definirlos de algún modo, era asimilables a un prototipo Ellen Barkin, esto es, más atractiva que agraciada. La deseé y eso me agradó, desde que Ruth y yo habíamos roto no recordaba haber ansiado a ninguna otra fémina. Luché por evitar acordarme de la maldita Rubia que me había robado el corazón.


- Me ha dicho lker que estudias Periodismo ¿no es así? - Se interesó Mar, sin duda apercibida de que no le quitaba ojo-
- Si, Periodismo, Periodismo…
- Me gustaría leer algo tuyo algún día.
- Bueno, si quieres te traigo algo cualquier otra noche.-Imbécil de mi, ¿Qué demonios pasaría por mi cabeza? ¿Traerle algún escrito y que ella se sentase en una mesa a leerlo? Debí parecerle un idiota redomado.
- Sí, me gustaría ver como lo haces. – Respondió con media sonrisa echándome a temblar de pánico al escuchar esa respuesta tan ambigua, ¿Qué querría decir con eso de como lo haces? Esquivé al sonrojo y guié la conversación hacia otros derroteros.
- ¿Y qué, llevas mucho tiempo en La Coruña?
- Tres meses.
- ¿Te gusta?
- Mira, cuando llevas tanto tiempo en esto ni te fijas en la ciudad que estás, un día en Madrid y otro en Valencia, nunca paso demasiado tiempo en un mismo sitio. La verdad es que ni me he fijado.

Iker nos entorpeció para hacernos participes de que él y Salomé se marchaban. Mi sorprendente amigo iba a gozar de los servicios de la musa de Nabokov gratuitamente. Me impresionó, a saber cuanto tiempo llevaba embutido en ese submundo como para acostarse con una de sus emperatrices sin pagar un duro.
Me quedé a solas con Mar, que no dejaba de observar mis ojos con insistencia, como si de ellos pudiera extraer los secretos mas recónditamente albergados en el interior de mi alma. Yo hablaba y hablaba, buscando distraer su atención para que no me formulara esa pregunta a la que me vería obligado a contestar que no, no por algún tipo de prejuicio, porque me resultaba imposible mantener relaciones con alguien que no conocía de nada. Estuve un buen rato fabulando, hasta que pareció hartarse de dar oídos a mis peroratas y se despidió excusándose con la entrada de nuevos clientes en el local, si bien incitándome a volver a verla. Besó mi mejilla, y se desvaneció entre las sombras de la parte ulterior. Al disiparse, tuve la sensación cierta de que volveríamos a encontrarnos.

Me quedé absorto en mis pensamientos, tratando de asimilar los hallazgos en apenas un instante, lo cual no resultó sencillo, pero aquellos minutos de retiro me resultaron muy relevantes para recapacitar, ya que por aquel entonces mi vida estaba mudando a una velocidad vertiginosa: Solo unos meses antes, desgarrado, tonteando con la locura, incapaz de encajar una vida sin Ruth y ahora, me encontraba entablando amistad nada menos que con una prostituta. Sonreí, no estaba después de todo mal, en los últimos tres años apenas nada especial me había sucedido, nada pudo ocurrir, solo había vivido para hacer feliz a una persona, dejando entre renglones mi propia placidez que, a fin de cuentas, era lo que realmente debería haber importado, a juzgar por lo sucedido. Si esa maldita bruja hubiese puesto un poco de su parte tal vez no hubiera encontrado cobijo en la mediocridad y el aburrimiento, ni tampoco hubiera deseado continuamente que los fines de semana fuesen lo más breve posible.

¿Como iba a sucederme algo especial?, en esos aciagos años me alejé de mis actividades preferidas, las conversaciones existenciales o los agitados debates socio- políticos con otras mentes afines. Durante ciento cincuenta semanas tuve que soportar tediosas tertulias sobre formas de comportamiento de otros individuos, a los que en su mayor parte no tenía el infortunio de conocer, charlas ripiosas sobre otras vidas que cometían el delito de no respirar como Ruth y por lo tanto, condenadas fieramente por el pecado de la disensión. Nunca nadie ha sido tan cruel a la hora de juzgar y sentenciar a sus semejantes, estoy seguro, créanme, sus botas militares no simbolizaban independencia y personalidad, sino represión e intolerancia. La Rubia pese a ser excepcionalmente inteligente, poseía un talento inmoral, el saberse diferente no le llevaba a ser humilde a la hora del trato con los demás, todo lo contrario, a suponer a la mayor parte de las personas como necios ignominiosos que merecían morir por cometer el delito de la inopia. Durante esos tres largos siglos (¡!), intenté democratizar sus inclinaciones, ya que me consideraba su igual, pero solo pude lograr un golpe de estado a mi corazón. ¿Que por que seguí con ella? Simple y llanamente porque la quería, la quería pese a todo, pese a que sus besos o buenas palabras hacia mi eran casuales, a que no me prestaba la menor atención, a que siempre supe que no me quería, porque no siempre fue así…Al principio, en el albor de nuestra relación, profesaba admiración hacia mi ser, me colmaba de cariño, comprensión, pero poco duró El tiempo de la felicidad, La Rubia era una pésima actriz y raudo se hartó de interpretar el papel de buena chica, no tardó en salir a la luz su malvada y cruel esencia… Sus feroces agresiones me fueron sumiendo en un agudo hundimiento, me avergüenza reconocer que aún así me solazaba permaneciendo a su lado, solo eso me hacía sentir bien y por ello, la mimaba desesperadamente para rescatar su cariño, llegando incluso a culpabilizarme de disputas intencionadamente provocadas por ella, con el loable objetivo de evitar que se prologasen más de lo necesario... El mundo seguía girando y cambiando, pero yo no estaba ya en él, como iba a sucederme algo especial…

El Largo bajo del reservado. Traía mala cara, esa media sonrisa que exhibía para mostrar contrariedad o frustración por algo. Cuando se planto ante mi, comprobé que los suposiciones eran exactas, su mal humor había sido inducido por un inoportuno gatillazo. Me eche a reir y terminé por contagiarlo, eso nos puede pasar a todos. Abandonamos el Pireo y nos dispusimos a volver a casa, la noche ya no nos daría mas de lo que ya nos había otorgado.

No sé nada de Ruth: IV. IKER O LA FUERZA DEL DESTINO




A esa "banda de Blues": "Gato", "Fandí", "Valle "Angelito", "Miki”, Marta, Nuria y Cristina, especialmente al que suelo cantar en su compañía los amaneceres de Martes y Domingos.


Sin apenas cerciorarme, el almanaque advirtió la llegada del desconsolado y pavoroso Noviembre. El primer día de este lapso solemniza la festividad de todos los interfectos y el aparato productivo español se interrumpe para que todos los trabajadores puedan acudir a los camposantos con ofrendas florales a sus difuntos, como si éstos fuesen los vencedores de un gran premio de Montmeló. Asimismo, las augustas encuentran un pretexto para dar el coñazo a sus naturales, perpetuándoles el convenio de acudir a la casa del señor en fecha tan timbrada, con el objeto de rememorar a los ausentes, como si no acaeciesen momentos a lo largo del año para rendirles consideración.
Pero también es un día próspero para minoristas y mayoristas del ramo de la floristería. A lo largo de la alborada del uno de Noviembre sacuden de serrín las faltriqueras de los visitantes de San amaro y Feáns, los cementerios de mi localidad natal, pero que quieren que les diga, todos tenemos derecho a ganarnos el pan de manera más o menos decorosa. Así pues, como digo, el mentado uno de Noviembre es un día en el que la mayor parte de los conurbanos se encuentran dichosos, ora porque no se atarean, ora porque lo hacen y los que ya no forjan, encuentran con que agradarse, simplemente tétrico, como el día de autos.
Por mi parte, como todos y cada uno de los primeros de Noviembre, me encontraba obligado a participar en tan malsano ritual y si ello no fuese asaz expiación, a hacer parada en la hacienda del hermano de mi padre, un reaccionario de los de la vieja guardia que, pese a no alcanzar en aquella época edad precisa para ello, cada año en esos vencimientos nos invita a comer en su morada, una réplica bochornosa del Palacio del Pardo.
Nicolás, así se llama el haragán, es un pulcro desastrado, un inculto, y sobre todo, el idiota mas conseguido por un tío con un gran gracejo como es ese tal Dios, al que no he tenido el gusto de conocer y que a menudo, materializa entes inauditos como mi tío, aunque pese a todo debo reconocer que Somebody up there likes me. Ese año que tan mal estaba acabando no fue una excepción. Tras visitar a nuestros muertos, en compañía de mi familia más próxima, acudimos alumbrados de arrebato a casa de Tito Nico. No fuimos escrupulosos a la cita porque mi madre se solazó en una pastelería de Zalaeta a comprar unos deliciosos huesos de difuntos, para agradar con el presente al tío Nicolás y a su deficiente consorte, Marisa, a la que debió encontrar en algún desbarate o lupanar de parada de camioneros, ya que hasta hacía bien poco no se le había conocido dueña alguna y el viejo por aquel entonces golpeaba vigorosamente la puerta de los cincuenta. En el hall nos esperaba el hermano de mi padre - así me gusta referirme a él para incidir en que los lazos parentales son meramente azarosos - y por los movimientos de su bigote, adiviné que se mostraba iracundo por nuestra dilación . Que se joda - pensé. -

Una vez el interior del inmueble, pude observar que un nuevo componente había pasado a formar parte de la decoración del largo túnel que da acceso a la parte principal de la casa. En la pared, junto a la ciclópea gaya española denigrada por el grajo, un inmenso retrato del glorioso caudillo don Francisco Franco se erigía eclipsando los recuerdos de la campaña de Marruecos en la que no tuvo el honor de participar. Contuve, como buenamente pude, mis deseos de reir y medio monje, medio soldado, acudí febril al comedor, donde mi putativa tía aguardaba impaciente.

- ¡Christian, que alto estás!- observó a mi encuentro-
• Ya. Los anos pasan para todos.- respondí cortésmente reprimiendo mis deseos de emular al otrora respetado Rey del Pollo Frito, mostrándole mis partes intimas para hacerle ver que hacia ya unos cuantos añitos había dejado de crecer.
- ¿Y que, te has confirmado ya?- Lo que faltaba-
- No. Lo haré en cuanto me case, así mato dos pájaros de un tiro.- Mi respuesta no fue menos ocurrida que la precedente, en realidad esquivé la primera discusión de la gala obviando darle constancia de mis consideraciones acerca de la materia religiosa, sobre las cuales opinamos diametralmente distinto, digámoslo así.
-¡Ah, muy bien!- Fue entonces cuando mi oportuna hermana Sandra para su desgracia, entró en la habitación reabriéndose el proceso de Nüremberg con ella como imputada, pasando a convertirse en la que mas padeció en sus carnes la hostilidad de nuestra tía Marisa, putativa, incido. El interrogatorio a su fin cuando mis padres y el tío Nico pusieron fin a su comediante ceremonial, disponiéndonos a almorzar.

Presidió la mesa, como no, El Majadero, un individuo repolludo que recuerda al peor Hugo Tonazzi, cuyo bigote insinúa unirse en cualquier momento con los pelos del ombligo, dada su diminuta talla. El hecho de ocupar la cabecera no se trataba de un hecho bizantino y aislado para La Morsa, suponía la legalización de su liderazgo dentro de la familia tras el fallecimiento de los abuelos. El Mierdas era el primogénito heredero de la gloriosa ralea de los Souto, fervientes y devotos católicos, acarreadores del pendón de una Grande y Libre, como digo, un sujeto enternecedor capaz en gran medida, de inspirar lástima.
Tras la oración de rigor, dimos buena cuenta de las centollas- No se le puede negar al Tarugo que es muy dadivoso con nosotros, en su casa jamás he catado la tortilla de patatas, no sé si lo hace por jactancia o no, pero la verdad es que no me importa lo más mínimo.-. Sin mediar palabra durante el banquete, alcanzamos el postre sin lamentar la ausencia de un cadáver y la experiencia me advirtió que llegados a este extremo, la cosa se pondría interesante, El Mendrugo, cuando no tiene algo en las muelas, deja volar su ilimitada imaginación hasta articular cualquier clase de sandez de dimensiones inconcebibles. No defraudó a su entregado público.

- Veréis el otro día estuve reflexionando… A ver que os parece. El Caudillo forma parte de la historia, ¿no es cierto?- Asentimos todos con la cabeza- Y la historia debe de conocerse, ¿no?-repetimos aspaviento- Pues entonces, digo yo que deberían poner una estatua suya en las ciudades para que siempre se sepa quien fue. — Inaudito, El Percebe se superaba cada nuevo encuentro, no daba crédito a tal afirmación. Tuve que reprimirme para no aplaudirle sarcásticamente, no fuese que el muy asno se lo tomase en serio. Mi padre sí que no pudo contenerse:
- Nico, eres mi hermano y sabes que te quiero, pero cada día eres más gilipollas- Los párpados de mi tío se abrieron de tal forma que parecía que sus ojos saldrían de sus orbitas. — Sí -Prosiguió mi patriarca - Pero hombre, ¡En que cabeza caben esas elucubraciones!, Entonces tendrían que hacer lo mismo en Alemania con Hitler…
- No es lo mismo.
- No jodas Nico.- El silencio se hizo con en el habitáculo un buen rato, sin que ninguno de los contendientes se decidiese a romper la tácita tregua, el resto, tensos y sin menearnos a la espera que uno de los dos arrojase algún objeto al rostro del otro, pero como casi siempre, nada sucedió, entendí que la sangre los vinculaba de tal manera que ninguno osaría romper la baraja.

Roto el mutismo, se pusieron a discutir como se llamaba no sé que calle hace cientos de años, a la vez que mi madre y Marisa rebatían sobre donde es más económico comprar zahones y calcitas y mis hermanas leían el Hola! para enterarse de si Brad Pitt se había ido efectivamente de copas junto a Bart Simpson. Por mi parte, proseguía la lectura de Diario de un Jubilado, que había traido conmigo al festín, un Delibes iniciado unos cuantos días antes, idóneo para matar las horas hasta que las agujas del reloj alertasen de que nuestra marcha estaba justificada. Llegado ese ansiado momento sin preámbulos ni ceremoniales, pusimos las alforjas al caballo para abandonar ese ridículo templo fascista.

Al llegar a casa, comprobé que el contestador encerraba un mensaje de mi amigo Iker conminándome a tomar unas cañas en el Villa a eso de las ocho y media. Tomé una ducha rápida y salí a su encuentro.

La Taberna de la Villa no desmerece en nada a cualquier porqueriza, salvo en menudencias como el aroma, en lugar de a restos orgánicos, ventea a vinagracho. Lolo, el alguacil, un auténtico Adonis cuyo apéndice nasal rivaliza con la del ineludible por mítico Pinocho, tal vez tan magnifico por la incalculable cantidad de bulos que cuenta, en el fondo resulta ser un tipo entrañable, incluso hoy día que no recuerda el nombre de sus clientes históricos como el del que les relata este infame cuento: Korsakoff según las malas lenguas, fruto de sus desmedidos baños en éter. Pero no siendo su nariz su rasgo más destacable, habría que resaltar la propina que pende de su abdomen, provocándole dificultades en la rotula de ambas rodillas, debido a los constantes impactos de la demoledora sobre las articulaciones al caminar. A veces Blanca, su consorte, le echa una mano en el negocio y otra en la caja. Él atiende barra y mesas mientras ella se hurga en la nariz y apoya sus generosos pechos en el mostrador, con ánimo cuidadosamente mercantil. Al fondo de la barra de la Amacordiana Madam, sin ningún tipo de avío con el que preservar de los gérmenes a los alimentos, podemos encontrarnos con escudillas de chipirones de anteayer, queso del país que hiede a Cabrales, aceitunas negras otrora verde-Uster y una gran variedad de platos exóticos cuyo contenido no acierto a recordar, pero de indudable aspecto intensamente repulsivo... El Villa es, en definitiva, un anacronismo en la era Internet, un vapor que se disipara en el aire una vez destapado el frasco que contiene el secreto de las reloj y allí me encontraba yo, en el mismísimo purgatorio terrenal aposentado en una silla acolchada que había conocido tiempos mejores, a juzgar por lo manida y trillada que estaba, experimentando un creciente dolor de coxis al coincidir esa parte de mi cuerpo con la viga que dejaba al descubierto uno de los innumerables rotos, e lker, aún no se había presentado el muy obsceno. Al menos me quedaban los voluminosos senos de la Blanca, la vicetiple.

Pedí una cerveza con la firme sensación de merecerla, el haber estado más de cinco minutos en casa de mi tío justifica cualquier clase de recompensa, y aunque minúscula, lo suficiente sazonada para olvidar el mal trago. Eso es, he aquí la clave de la subsistencia, las pequeñas cosas, El frenético ritmo de la sociedad actual es un claro obstáculo para apreciar un buen trozo de queso manchego, una partida de tute con unos buenos amigos, o incluso, estar tumbado en un sofá sufriendo flatulencias mentales provocadas por alguna serie B prorrumpida por los canales de televisión. La juventud carece de paciencia, quiere alcanzar la máxima felicidad en el mínimo tiempo posible, el ya de por si vago término felicidad, ha experimentado una serie de mutaciones fruto de esta precipitación generacional, hasta involucrarse con el hedonismo. Ya nadie quiere a nadie, solo se quiere algo de alguien. Ya no existen reyertas, causas por las que perder la vida, no hay vida sin libertad. No existen impulsos para el agrupamiento, la ecología o las guerras exteriores no oscurecen el nivel de vida de los ciudadanos españoles, ¿para qué recapacitar sobre cuestiones importantes, si vivimos de puta madre? Los jóvenes se encuentran a años luz de aquellos de Mayo del 68, y posiblemente jamás se acercaran ya. No existen motivos para agruparse insisto, tampoco individuos que lideren a las masas en la búsqueda de la consecución de objetivos, no hay Jesucristos, Luther kings o Ghandis, solo lerdos intelectualoides que se refugian bajo el broquel demócrata para ironizar sobre asuntos menores que solo ponen en tela de juicio la seguridad del sistema legal o la moralidad de los poderes políticos. Cuando parece que no existen motivos para agruparse, el ser humano se convierte en el animal más pervertido e indecente de La Creación, preocupado únicamente en mantener una alta calidad de vida y de satisfacer la libido, puesto que el amor se ha convertido en un concepto tan confuso e inepto como el de eternidad. —Tal vez por ello no exista el amor eterno -. Solo nos queda aguardar por una muerte cuya coquetería hace que tarde cada vez mas en sorprendernos, la economía del bienestar ha alargado la esperanza de vida para que dure más la vida sin esperanza y con el devenir del tiempo, siquiera nos quedara Paris.

La Especial me supo a poco. El proceso de transición desde el envase hasta mi estomago fue un visto y no visto, Esto tiene fácil arreglo -pensé- Me levanté a reponer existencias, y fue entonces cuando Antonio y Luz visitaron el bar sin que los aguardase.

- Hola chicos- Les saludé con comedido entusiasmo.
- ¡Hombre Christian, que desmejorado estas!- Afirmó la escultural Luz al observar mi latente languidez.-
— Chica, la mala vida.
- Pues tienes que cuidarte, si no…
- Venga, sentémonos por favor, estoy esperando a lker, aunque ya empieza a retrasarse demasiado.
- Que has quedado con lker, muchacho?- pregunto extrañado Antonio —
- Si., ¿Por qué?
- Por nada, por nada! —El disfraz de Antonio al saber que me había citado con lker me dejo un tanto desconcertado, ¿que tenía de extraño que lker y yo nos tomásemos unas cervezas juntos? En todo caso no le concedí la mayor importancia, Antonio y Luz llevan su vida por el catón, esto es, por una línea rígida y recta por la cual caminan sin desviación. Deduje que, conociendo a Iker, éste les habría vomitado una de sus terribles disquisiciones escandalizándolos por apartarse tanto de los sagrados principios de la parejita.


Al poco rato Iker se persono en el Villa. Llevaba puestas unas gafas de sol oscuras, a juego con el resto de su indumentaria, desde que no lo veía, sus patillas se habían poblado de tal forma que daban vida a unos inexistentes mofletes y su delgadez, lejos de mermarse, se había acentuado. Su aspecto, en definitiva, recordaba al Lou Reed más decadente de todas las épocas, su imagen era la de un rockero consumido por la intensidad de su frenética vida, y por la disconformidad a establecerse según unos principios tan obsoletos como absurdos. Al vernos, guiñó su ojo derecho a la vez que Blanca destapaba la botella de cerveza que había demandado a su llegada. La recogió, y se sentó a mi izquierda.
El Largo se había transformado en una versión desahuciada de mi mismo. Al igual que yo, llevaba un lobo dentro que dictaba que sus actos se rigiesen por un difícilmente explicable equilibrio dentro del caos. Un colgante en forma de bala adomaba su cuello, explicaba que era para ahuyentar lo peor de si mismo, lo que sin duda se trataba de un el reflejo de una personalidad enigmática y nada diáfana, de una vida errante y bohemia, incapaz de encontrar su sitio en este mundo. Iker era la revolución continua, cualquier cosa que estuviese sometida a unas leyes de actuación le permitía descolgarse entablando una crudelísima guerra dialéctica con quien osaba sustentarla. Era un idealista, de los pocos que quedaban, además, mi gran amigo.
Nos conocimos en el Colegio, si bien nuestro trato no alcanzo su mayor profundidad hasta próximos a salir de él, cuando junto a Roberto, la Literatura invadió nuestras vidas, empapándonos de toda su magnitud y combinándose con un poco de Filosofía e Historia, transformó nuestras almas de forma que una vez humedecidos de conocimiento, nada nos pareció ser lo que había sido hasta entonces. Fue una época en la que nuestros amigos se encontraban inmersos en una cruzada de faldas, su nivel hormonal era tan elevado que apenas podían pensar en otra cosa que no fuese correr tras las cachas de la maciza de turno, cada cual más casquivana y aunque ninguno de los tres permaneciéramos ajenos a los efectos de la pubertad, salivar tras una desastrada no nos parecía demasiado seductor. A la vez que nuestra pandilla fructificaba al ritmo frenético de unas caderas esporádicas, Roberto, Iker y yo, lo hacíamos con la paciencia y el dolor que proporciona el saber. Tal vez por ello, el grupo dejo de serlo, discordancia de objetivos. Nosotros, sin embargo, permanecimos indisolublemente unidos, no pasamos demasiado tiempo sin vernos, no más de una semana, salvo cuando Iker se marcho a hacer el COU a Estados Unidos o cuando mi relación con Ruth desmoronaba e intentaba salvarla, cuando no me dedicaba a otra cosa que luchar contra la propia condición de la mujer sin arterias.
Iker rompió la virginidad del vaso con suma suavidad, el contacto con la espuma fue tan tenue y delicado, que parecía el primer beso de amor a una chica, sin la premura de la pasión sexual e instintiva de un ardoroso ósculo que destila alcohol y ambición. Su amante nívea y cálida, se posó entre el espesor de los distraídos filamentos que anidaban entre su nariz y sus bordes. Disfrutó tanto, que a ese primer beso le siguió otro y otro mas, repitiéndose el tan particular ritual amoroso hasta la extenuación infinita. Después, sus ojos parecieron perder interés por su amante blanca, prestándonos solicitud, tras haber permanecido expectantes ante las primeras palabras de nuestro amigo, que entendíamos no tardarían en producirse.
- Luz, Antonio, Sinvergüenza - Axial solía referirse a mi en tono cordial, incomodando a Luz, incapaz de asumir que su novio no fuese para todo el mundo el centro de atención- Me alegro de veros.
- ¡Que pasa chaval¡¿como te va la vida?- Le dije
- Mientras respiremos…
- Si, supongo que de eso se trata. —Asentí-
- Bueno Iker, ¿Que has estado haciendo últimamente? —Se intereso Luz con incuestionable intención inquisitiva-
- ¿Por qué preguntas lo que ya sabes?, de cama en cama y de puta en puta.- Se descolgó El Largo-
- Pues mira que bien…
- Antonio, con todos mis respetos, a tu novia le hace falta que juegues mas a los médicos con ella, ¿que ocurre, no te funciona el vengador calvo?
- Déjalo ya Iker —Atemperé-
- Si, debe ser eso, me lo imaginaba, el abuso de Antonio en el consumo de Reality Shows lo ha terminado por trastornar, no funciona. También puede ser debido a una excesiva masturbación en la adolescencia, sí, también puede ser por eso, pero me inclino por la falta de lectura, necesariamente el cuerpo no puede funcionar bien sin que lo haga el cerebro, ¡Ay, cuanto lo siento chicos!
- Vete a tomar por el culo…- Afirmó Antonio riéndose, tremendamente consciente del don de su amigo para vislumbrar los puntos débiles de los demás, en este caso Antonio, el de Luz, por lo que no adoptó las palabras de Iker como una agresión personal. Son situaciones como estas las que me hacen dudar de si Antonio no entiende lo que digo o le importa un pimiento, a veces es capaz de calar de tal manera a una persona que sorprende comprobar su inutilidad en entender lo más básico.
- Tal vez hayas dado con la clave, tal vez tus problemas deriven de inclinaciones frustradas y nunca asumidas. Resígnate, puede ser que seas homosexual, no hay nada malo en ello, conozco a muchos mariposones y los acepto cual son, igual que ellos a mi, a fin de cuentas solo nos, diferenciamos en nuestro agujero negro: En mi caso, es únicamente de salida y el de ellos bidireccional.
- Iker, déjalo ya…

Parece ser que llegó la sangre al río, porque Antonio y su enojada novia apenas permanecieron un cuarto de hora más con nosotros y a juzgar por sus rostros y el silencio ininterrumpido de La Hermosa, pude deducir que tenía ganas de quedarse a solas con Antonio para poder poner a parir a sus anchas a Iker. La armonía, sin duda, se rompió con la llegada del Largo, con él llegó el escándalo.

Ávido por conocer las ultimas andanzas de mi amigo El Largo, pasé por alto el rosario de preguntas típicas que se hacen a un viejo conocido cuando hace un buen tiempo no se sabe nada de el y le rogué que me pusiera al corriente de sus desventuras sin más dilación. Se sonrió ante la urgencia y empezó a referiré esas primicias: Estaba fascinado por una nueva clase de vida tan al margen de la cínica rutina. Al parecer, y según sus propias palabras, una mañana se cansó de ser un puto esclavo, tomó el volante de su Opel Corsa y condujo sin rumbo determinado. Abrumado y abrupto por sus circunstancias, comprobó con estupor que se había pasado el día entero vagando sumergido en sus propios pensamientos y que se encontraba a unos pocos kilómetros de la frontera de Galicia con Castilla- León. Como no había probado bocado desde el croissant mañanero, buscó algún figón de carretera en el que aprovisionarse para emprender el viaje de regreso. Apenas transcurridos unas diez millas desde el punto en que se encontraba, divisó el letrero de neón de un establecimiento que resulto ser una mancebía. Arrastrado por un espíritu intelectualmente intranquilo, se decidió a entrar. Su llegada ni mucho menos paso inadvertida, esos lugares no suelen ser visitados por gente tan joven y bien parecida. Pidió una cerveza y al cabo de un rato, una de las prostitutas del local se le acercó buscando entablar conversación:
- Papi, ¿Como te llamas?
- Iker.
- Yo Celeste, ¡ dame un beso, no seas arisco!. - Eso hizo-
- Y ¿qué nombre es ese- Pregunto Celeste-
- Es vasco, mi abuelo era de allí.
- ¡Ah!, ¡que bien mi amor!, dime, ¿Por qué no subimos los dos a echar un polvo, papito?
- Si… ¿Por qué no?

Así comenzó la gran aventura del Largo, lo acaecido aquella noche en el Queens, se corearía más veces en otros muchos lugares y con otras muchas mujeres. Reconozco que me quedé boquiabierto a medida que relataba sus experiencias, no porque repudiase sus actos, mas bien, porque ante mi desfilaban un sinfín de situaciones totalmente ignotas. Una vez restaurada la lucidez, lo acosé a preguntas de todo género sobre ese submundo del que era un completo iletrado. Iker, ejerciendo de Cicerone, las contestó gustoso. Unas cuantas cervezas mas tarde, las palabras se quedaron cortas y nos pusimos en camino a la casa de putas más cercana. Durante el recorrido sentí que estaba desertando a Ruth, a su recuerdo, su esencia y me sentí paradójicamente apenado.