A MAS VER, LA PROXIMA ESTACION

Nunca olvidé la maleta, precaución inevitable para no emprender un viaje con billete de vuelta. Lo que no abrazaba la valija lo abandoné en el punto de salida, los recuerdos, los sinsabores y las esperanzas de retorno, porque en realidad lo que precisaba imperiosamente eran unas mudas, pasta de dientes y un cepillo con el que exhortizar el emboque amargo. Soltar lastre siempre ha sido mi fuerte, la de un nómada de catres que encontró asilo en una mujer con sangre mexicana, a la que continuo relatándole episodios de mi devenir en la Plaza Garibaldi cuando todos se han marchado a dormir ya. Sin embargo, comprendo a cierta gente que se arraiga a lo que pudo ser y no fue, caminantes que acostumbran a volver la vista atrás para admirar el sendero recorrido, emisarios del dolor que no encuentran consuelo en la jarra más grande de Jaime, los que añoran lo que nunca jamás sucedió, y no hay nostalgia peor que esa, ni antídoto ipso-fáctico al mal de amores, que como la juventud, se cura con el paso del tiempo.


1 comentarios:

El Vizconde Valmont | 12:36 a. m.

Sois grande. sois bello, sois mi amigo.