EL PRINCIPE DE LOS LADRONES

Continúan blandiendo la bandera pirata. Resistir encaja a la perfección con su carácter, como decía aquel punkie trasnochado la otra mañana mientras bebía una cunca de tinto ayudado por una lanchiña de callos en el bis a bis del vermouth, rojo por supuesto.
Los Barandas han sembrado libertad, marihuana y cientos de historias de descortesía, de lucha contra los hipócritas, falsos profetas y filósofos ociosos: Hace tiempo han extraviado su tarjeta de presentación, calcinada por un uso alternativo de filtro para lirios, aunque cierto toque romántico les hace preservar el recuerdo de su primera comunión, cuando la Rabina dio luz verde a sus anhelos mozos de paladear el prohibido manjar. Hoy haciendo frente a la nostalgia, sueñan con que Sarita la nuit les permita graduarse de improbables nómadas de catre, y aunque hasta los grandes necesitan un ápice de suerte, cuando son valientes, la fortuna solo es la guinda de un inmenso pastel de cannabis.
Cada Viernes, cuando la Condesa se retira a sus aposentos, acudo raudo a su encuentro al Cañahueca, para no olvidar que un día fui el Ritchie, príncipe de los ladrones, campeón de tute, billar y cualquier juego en el que no se exija etiqueta para ser partícipe, y es que yo de mayor quiero ser Baranda...

2 comentarios:

El Vizconde Valmont | 12:10 p. m.

Hay que reconocerlo, es usted uno de los mejores escritores que conozco, aunque su estilo sea barroco y el mío árido. Por cierto, me recuerda muchísimo a los artículos de uno de los MÁS GRANDES, Jose Luis Alvite, a quien puede encontrar casi a diario en "La Opinión". Hay que reconocerlo. Excelente.

MONTECRISTO | 3:16 p. m.

Me va a hacer sonrojar, solo soy un joven aprendiz de pintor...
Abrazos varios.