No sé nada de Ruth: V. UN FALSO BESO



A Joanna, donde quiera que estés.


Mi tablón era excesivo, habíamos bebido la nada desdeñable suma de un arca de lúpulos, no concibo como Iker era tan diestro en conducir en atroces circunstancias. Temí por nuestra integridad en más de una curva, pero San Baco, insigne Patrón de los azorados, veló por nosotros alcanzando ilesos El Pireo, un titánico chalet situado en un margen de la carretera nacional A Coruña- Betanzos, nuestro oscuro punto de destino.
En uno de los laterales de la casa se podía observar un letrero resplandeciente que abrigaba casi la totalidad de la muralla. En el Neón suspendido, además del título que identificaba el local, una chica eléctrica liviana de ajuar advertía a los peregrinos que por una cantidad tratada podría complacerse de compañía femenina. Pude fijarme asimismo que, en la puerta principal, montaba guardia un individuo de edad indefinida aposentado en una silla, mientras susurraba a la Luna tarareandole canciones que escuchaba por el viejo radio-casette postrado a sus pies, sin duda, el cancerbero del lupanar. Nos dispusimos a matricularnos, acercándonos remisamente a ese tipo de lapso incierto que cuando lo tuvimos a uno o dos metros, sonrió y se puso a departir con mi amigo ebrio.

- ¡Hola chaval!, ¿Como te trata la vida?
- Bien Pepe, no me puedo quejar.
- Pues nada Largo, que siga así.
- Oye, ¿han venido las chicas?
- Sí, chaval, sí, je, je…

En el interior había decenas de meretrices que se multiplican por todas partes o al menos eso me parecía, tan nervioso y temeroso que incluso los efectos del alcohol parecían haber remitido en aquellos momentos de incertidumbre. En la barra pude ver a un añejo protervo que simultáneamente se veía impotente de detener la saliva en el interior de la boca, magreaba a una mulata estrujando fuertemente con sus poderosas maños el trasero de la chica. Entre ensalivo e insalivo le decía enséñame un poquito más, solo un poquito más, mientras con lascivia, atendía al instigador y dadivoso escote que lucia la morena. Al fondo, más Minas, toda una hilera de piernas variopintas distribuidas expectantes a que un desconocido que las llevase a uno de los reservados, aguardando asiduos evidentemente. Un par de esos perniles se levantaron y al instante, otro par, dando la sensación que a cada paso, se acercaban peligrosamente hacia nosotros, lo que hizo medrar si cabe mi inquietud. No era, por otra parte, un andar atropellado, mas bien un trote cochinero el que imponían las dos mujeres a su paso, más que nada desoxigenado y esa parsimonia dilató mi grado de enervación, moría por dentro, el miedo pintaba las paredes de mi estomago y deseé no haber entrado jamás, aunque una buena parte de mi, El Lobo, aguardaba impaciente por encontrarse con esas reinas de la noche.

- ¿Qué tal Iker? ¿Quién es tu amigo? Pregunto una de ellas al Largo.
- Se llama Christian, y ya te he hablado de él.- Significó Iker.
- ¿Así que tu eres Christian? - Me preguntó la chica.
- Si, ¿Y tú como te llamas? - Traté de mostrarme seguro.
- Salomé y mi amiga es Mar.
- Encantado de conoceros.

Salomé tendría unos treinta años, aunque era delicado precisarlo, ese tipo de vida a la fuerza avejenta a pasos agigantados y puede que solo por pocos años sobrepasase el cuarto de siglo. Mediría un metro setenta y sus hechuras, rememoraban un glorioso pasado de irresistible Lolita. Tenia una rostro hermoso, adornado por una bella sonrisa que provocaba un profundo deseo de besarla cuando decidía mostrarla, voy más lejos, de abrazarla, acariciarla, de mimarla. Extrañamente no la deseé. Mar por su parte, era más lozana, aproximadamente de mi edad, una tierna edad. Al contrario que Salomé, lucía una larga melena negra y sus rasgos sin embargo eran mas duros que los de la trigueña, no alcanzaba ni por asomo esos cánones nórdicos de belleza, que por definirlos de algún modo, era asimilables a un prototipo Ellen Barkin, esto es, más atractiva que agraciada. La deseé y eso me agradó, desde que Ruth y yo habíamos roto no recordaba haber ansiado a ninguna otra fémina. Luché por evitar acordarme de la maldita Rubia que me había robado el corazón.


- Me ha dicho lker que estudias Periodismo ¿no es así? - Se interesó Mar, sin duda apercibida de que no le quitaba ojo-
- Si, Periodismo, Periodismo…
- Me gustaría leer algo tuyo algún día.
- Bueno, si quieres te traigo algo cualquier otra noche.-Imbécil de mi, ¿Qué demonios pasaría por mi cabeza? ¿Traerle algún escrito y que ella se sentase en una mesa a leerlo? Debí parecerle un idiota redomado.
- Sí, me gustaría ver como lo haces. – Respondió con media sonrisa echándome a temblar de pánico al escuchar esa respuesta tan ambigua, ¿Qué querría decir con eso de como lo haces? Esquivé al sonrojo y guié la conversación hacia otros derroteros.
- ¿Y qué, llevas mucho tiempo en La Coruña?
- Tres meses.
- ¿Te gusta?
- Mira, cuando llevas tanto tiempo en esto ni te fijas en la ciudad que estás, un día en Madrid y otro en Valencia, nunca paso demasiado tiempo en un mismo sitio. La verdad es que ni me he fijado.

Iker nos entorpeció para hacernos participes de que él y Salomé se marchaban. Mi sorprendente amigo iba a gozar de los servicios de la musa de Nabokov gratuitamente. Me impresionó, a saber cuanto tiempo llevaba embutido en ese submundo como para acostarse con una de sus emperatrices sin pagar un duro.
Me quedé a solas con Mar, que no dejaba de observar mis ojos con insistencia, como si de ellos pudiera extraer los secretos mas recónditamente albergados en el interior de mi alma. Yo hablaba y hablaba, buscando distraer su atención para que no me formulara esa pregunta a la que me vería obligado a contestar que no, no por algún tipo de prejuicio, porque me resultaba imposible mantener relaciones con alguien que no conocía de nada. Estuve un buen rato fabulando, hasta que pareció hartarse de dar oídos a mis peroratas y se despidió excusándose con la entrada de nuevos clientes en el local, si bien incitándome a volver a verla. Besó mi mejilla, y se desvaneció entre las sombras de la parte ulterior. Al disiparse, tuve la sensación cierta de que volveríamos a encontrarnos.

Me quedé absorto en mis pensamientos, tratando de asimilar los hallazgos en apenas un instante, lo cual no resultó sencillo, pero aquellos minutos de retiro me resultaron muy relevantes para recapacitar, ya que por aquel entonces mi vida estaba mudando a una velocidad vertiginosa: Solo unos meses antes, desgarrado, tonteando con la locura, incapaz de encajar una vida sin Ruth y ahora, me encontraba entablando amistad nada menos que con una prostituta. Sonreí, no estaba después de todo mal, en los últimos tres años apenas nada especial me había sucedido, nada pudo ocurrir, solo había vivido para hacer feliz a una persona, dejando entre renglones mi propia placidez que, a fin de cuentas, era lo que realmente debería haber importado, a juzgar por lo sucedido. Si esa maldita bruja hubiese puesto un poco de su parte tal vez no hubiera encontrado cobijo en la mediocridad y el aburrimiento, ni tampoco hubiera deseado continuamente que los fines de semana fuesen lo más breve posible.

¿Como iba a sucederme algo especial?, en esos aciagos años me alejé de mis actividades preferidas, las conversaciones existenciales o los agitados debates socio- políticos con otras mentes afines. Durante ciento cincuenta semanas tuve que soportar tediosas tertulias sobre formas de comportamiento de otros individuos, a los que en su mayor parte no tenía el infortunio de conocer, charlas ripiosas sobre otras vidas que cometían el delito de no respirar como Ruth y por lo tanto, condenadas fieramente por el pecado de la disensión. Nunca nadie ha sido tan cruel a la hora de juzgar y sentenciar a sus semejantes, estoy seguro, créanme, sus botas militares no simbolizaban independencia y personalidad, sino represión e intolerancia. La Rubia pese a ser excepcionalmente inteligente, poseía un talento inmoral, el saberse diferente no le llevaba a ser humilde a la hora del trato con los demás, todo lo contrario, a suponer a la mayor parte de las personas como necios ignominiosos que merecían morir por cometer el delito de la inopia. Durante esos tres largos siglos (¡!), intenté democratizar sus inclinaciones, ya que me consideraba su igual, pero solo pude lograr un golpe de estado a mi corazón. ¿Que por que seguí con ella? Simple y llanamente porque la quería, la quería pese a todo, pese a que sus besos o buenas palabras hacia mi eran casuales, a que no me prestaba la menor atención, a que siempre supe que no me quería, porque no siempre fue así…Al principio, en el albor de nuestra relación, profesaba admiración hacia mi ser, me colmaba de cariño, comprensión, pero poco duró El tiempo de la felicidad, La Rubia era una pésima actriz y raudo se hartó de interpretar el papel de buena chica, no tardó en salir a la luz su malvada y cruel esencia… Sus feroces agresiones me fueron sumiendo en un agudo hundimiento, me avergüenza reconocer que aún así me solazaba permaneciendo a su lado, solo eso me hacía sentir bien y por ello, la mimaba desesperadamente para rescatar su cariño, llegando incluso a culpabilizarme de disputas intencionadamente provocadas por ella, con el loable objetivo de evitar que se prologasen más de lo necesario... El mundo seguía girando y cambiando, pero yo no estaba ya en él, como iba a sucederme algo especial…

El Largo bajo del reservado. Traía mala cara, esa media sonrisa que exhibía para mostrar contrariedad o frustración por algo. Cuando se planto ante mi, comprobé que los suposiciones eran exactas, su mal humor había sido inducido por un inoportuno gatillazo. Me eche a reir y terminé por contagiarlo, eso nos puede pasar a todos. Abandonamos el Pireo y nos dispusimos a volver a casa, la noche ya no nos daría mas de lo que ya nos había otorgado.