TURBIOS PASAJES

Hoy buscarás en vano
a tu dolor consuelo.
Lleváronse tus hadas
el lino de tus sueños.
Está la fuente muda,
y está marchito el huerto.
Hoy sólo quedan lágrimas
para llorar.
No hay que llorar, ¡silencio!
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Antonio Machado
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En la firme convicción, la vindicta encontró su lugar y cuando algo tan indecoroso tiene coartada, no alberguemos ni la duda razonable, el cielo se ha puesto de nuestra parte.
En un acto sin precedentes, enmarañemos entre los recuerdos, en aquella brisa veraniega que nos turbó, en aquel perfume perpetrado por Suskind que llegó a aturullarnos y aquella Villa a la que solo hemos tornado para degustar durante breves instantes la complacencia del acaudalado, reconociéndonos susceptibles de ser enviciados, inapelable efecto colateral del buen vivir. Entonces, avalando nuestras evocaciones ebrios de soberbia, sin valorar la contingencia de que, convertidos en lustrosos correos del Zar, ajenos a la celada que nos presentaba la sinrazón en aquel turbio pasaje, pagamos un alto coste de oportunidad, los años extraviados que no rescataremos en nuestros sueños y un perenne delirio adventicio que eventualmente nos sobreviene para alertar al lobo que damos amparo, que yace, velando armas para una nueva batalla, que conociendo al mefistofélico contrincante, a buen seguro se planteará.


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