ESTEBAN ELMER GANTRY

Tras haber probado suerte en todas las profesiones imaginables, decidió darle aire fresco a las ingenuas pesetas disimuladas bajo las hijuelas de los pocos amigos que le quedaban. Fracasada su enésima propuesta quimérica, extender el consumo de un extraño pescado de sabor cuestionable y de digestión conflictiva, por experiencia, inaguró un local de nombre escogido "El Rincón de Esteban", junto a su novia de toda la vida del último trienio, Mecha, güera de bote con querencia al exceso, alumbrada en el seno de una burguesía alborotada por empatarse con un hombre veinte años menos joven que ella, un tren de largo recorrido, un outsider de la calle de la Torre, un vividor en el único sentido de la palabra. Pero solo los cuentos tienen un buen desenlace y los sinsabores no tardaron en llegar, la farlopa escaseó y como trabajar es un oficio de pobres, el bar se vió obligado a colgar el cartel de quebrado, la rubia se esfumó y Esteban se refugió entre las sombras de las que provenía. Años más tarde, se encontró casualmente con mi padre, al que confesó que aunque sus días estaban contados, no se arrepentía de cuanto había cobrado, porque había tenido la fortuna de hacerlo como había elegido. Se despidió con su inequívoca sonrisa y no volvimos a saber de aquel hombre víctima de su propia esencia, devorar la vida.

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