DONDE VAS TRISTE DE TI


Tras almorzar con el genial y excéntrico Agente Rouco, decidí que ese no era el día en que dejaría de trabajar. A la Hipoteca aún le quedaba un cuarto de siglo para extinguirse y alguna factura se encontraba en esos momentos rumbo a mi domiciliación bancaria, en precario, como casi siempre. La esperanza continuaba teniendo nombre de mujer, quiniela, demasiada fé depositada en una fémina que como mucho me había traido dos o seis bocks.
Sentado en mi puesto de trabajo, el mail gatuno me esperaba para distraer unos minutos el enésimo exceso de espaguetti en mi estómago. Contaba que la mujer que pudo reinar había abrazado a la desesperación, y que su futuro tenía nombre de incidente. Respondí a mi amigo aludiendo al esfínter de la reina de las hamburguesas, y comencé a teclear, esa noche ponían House.

0 comentarios: