DICTADORES, MINÚSCULOS Y PETIMETRES



Las excelencias de las ciudades de pequeño tamaño no son enumerables, son demasiadas para no aburrir al curioso lector de este blog de minorías,y empíricamente se demuestran por el hecho de que los ciudadanos de grandes orbes, a la menor oportunidad, huyen despavoridos de su asfixiante y carcelaria metrópoli para disfrutar de lo que carecen durante todo el año, pero como digo, no me molestaré en ejemplificar esas ventajas, para eso cada uno que haga examen de conciencia, esto no es un gabinete psicológico, cobraríamos la mincha a precio de Masía.

Sin embargo, el contraste existe porque también lo hace su opuesto, y la fricción de fuerzas origina la evolución, aunque en el tema que nos ocupa, solo fricción e involución de algunos, que debido a la necesidad de tener vida propia, se sumergen en la de otros para dar sentido a una existencia gris ajena al desarrollo personal que observan en cóngeneres más o menos cercanos. El remedio para no trastonar el equilibrio de sus semejantes es simple: Un justiciero balazo en la sien, una placentera visita al Disco Pub La Luna, o lo más recomendable, leer, viajar y ver menos películas de corte fantasioso-emocional tipo Bollaín o del individuo ese que rueda presuntas con la Nimri, que por cierto, impresiona por su rasgada voz.

Lo que duele es el abandono, no la afrenta, algo así dijo Kundera, pero pese al forzado luto de alma, conviene recordar en que por esencia, todos deseamos ser libres, aunque algunos ambicionen hurtar parte de la libertad de otros. "Codiciamos lo que no podemos tener y que vemos todos los días", dijo Lecter a la Foster en "El silencio", ese que deberían guardar algunos borregos.

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