BIRRAS PARA OLVIDAR

De camino al chalet de Belén, mientras la Duquesa y la Condesa competían por quien conseguía aguantar más tiempo sin respirar entre frase y frase, aislado por los asientos de pilotaje de mi buen amigo el Barón, huí a esconderme en el interior de mi cerebro, que cuando se le deja, vuela solo que es una maravilla.
Aparentemente en el exterior solo había automóviles, pero en su estómago, entre sis conductores solo conseguía discernir agotamiento, abandono y soledad, una plétora de historias de desesperanza y conformismo, de sueños quebrados por un futuro que maduró en un presente que no reconoce su propio pasado, para interiorizar que hoy, las cosas son como son... Por algo.
Los extraños pasajeros apenas ofrecían gestos con lo que entretenerme de su desdicha. Los oscuros inquilinos de los vehículos siquiera se encontraban poseidos por la urgencia de arribar a sus domicilios, al trozo de feudo que tanto cuesta pagar cada mes. Supongo que nadie tiene prisa por regresar a donde nadie le espera, o si alguien lo hace, bien podría abdicar en su misión. Horrorizado, preferí volver al Forfour, aterrado por haber vivido la vida de esos seres durante unos instantes interminables, de esos mismos entes que nos acompañan todos los días a trabajar, que moran en nuestras tabernas, nuestras calles, nuestros parques, y continúan respirando.


0 comentarios: