Rumoreaba el monóxido que un grande se retiraba, que sus huellas, no tan profundas y célebres como las de Juan Hombre,- heroico aquella noche sembrando la ciudad de pisadas blancas, dirigiendo a los curiosos a su modesto establecimiento de San Pablo-, habían calado lo suficiente como para ser un mítico de la noche, como una vez así lo había bautizado la hermana de Elmo, en su enésimo punto de encuentro al azar. Pero también contaba el mar, que antes de su partida hacia el sueño de una noche en Bens, en la que confesó sus perversas aspiraciones a un tal Valmont, se le vió un Viernes en el Templo, solo o en compañía de otros...
2 comentarios:
Sé que no se retirará, conde.
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