Su paso por nuestras vidas no nos deja indiferente. Cuando el ocaso de sus días señala un destino cierto, por próximo no por sabido, pelean porque su piel pierda tersura a cambio de estirar sus días. Décadas contemplan su ardua lucha, sus sufrimientos, sinsabores, y solo es al final cuando el merecido premio se le otorga para su efímero disfrute. Son los "Caballeros del sol y sombra", como algún día nosotros anhelamos serlo, del bock, aunque con soberbia y vanidad nos lo otorgamos a menudo, insolente juventud. A esos viejos guerreros de armadura de tergal, que ciñen su yelmo con un nudo windsor, a esos de fútil engalanamiento con gomina cuando el otoño amenaza con abandonar su cuero cabelludo, les dedico estas lineas, desde la admiración, reconocimiento y profundo respeto. Los viejos rockeros nunca mueren, y los grandes, a partir de cierta edad, se convierten en leyendas, aún sin necesidad de brindarnos el último hálito de vida.
2 comentarios:
Como se nota que empieza a no haber caja...
Para estar acabado hay que haber sido alguien...
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