Fuente: canaldeportivo.com
Los cimientos de este gran Depor fueron forjados por hombres como Jose Luis, un auténtico fuera de serie.Descanse en paz.
"De todos los bares de ginebra en todas las ciudades de todo el mundo, va y entra en el mio"
Fuente: canaldeportivo.com
Los cimientos de este gran Depor fueron forjados por hombres como Jose Luis, un auténtico fuera de serie.Descanse en paz.
Solo la inquina le permitía abandonar aquellas sábanas ambarinas que le cobijaban entre sus estrías, la misma que demandaba a voz en grito la presencia de un tranquimazin que acallase sus fantasmas, que cada noche con premura, afluían rigurosos a su cita con aquella mujer que algún día fue joven, pero en la que el transcurrir del tiempo, había hecho una atroz fractura en su figurada, idílica e imperecedera belleza. Atrás quedaban los años de cortesana, de Valmont, de galantes aspirantes a servir la paleta del azúcar con el que equilibrar el medio cítrico con el que acostumbrabra a envenenar el té, de largos paseos con los canes frivolizando sobre el devenir de la vida y de cenas en el Moulin Rouge, acabado el caudal, finalizado el ritual, muerta la lozanía, las aspiraciones, la esperanza, la vida. Solo ansiaba enloquecer sin remision, seguir el camino de algún ser querido empujado al abismo del seppuku, evitando para si el dolor de la soledad, del olvido, de las llamadas en sueños de aquel hijo que nunca llegó a sus entrañas, porque ningún hombre tuvo arrestos para concederle su gran anhelo, probablemente aterrados porque la criatura naciese con los estigmas de la madre.
Cerró la puerta del dormitorio no sin antes abrir las ventanas de par en par, en un futil esfuerzo de que aquel ambiente tan cargado se disipase con la entrada del aire fresco, pero ni el viento osó mancillar los góticos aposentos, temeroso por la presencia de aquella vieja Dama que de moza, había retado al mundo, a Dios y que hoy escucha conversaciones de dominó de un cuarteto de borrachos, revisa con ansiedad sus erosionadas fotos y continúa tratando de engañar a los pocos que escuchan sus marchitos delirios de grandeza, cada vez menos.
Pero no acuciemos a los acontecimientos, todavía es madrugada, no oscurece pero aún no pavonea el sol, la noche todavía nos puede conceder los presentes cautivos, que aunque generosa hasta la fecha, podría alcanzar una prodigalidad inesperada y contingente entregándonos a los brazos de la misma locura, la última. Concédanos pues, el temple imprescindible para poner linde a nuestro pujante brio, para que el tiempo que nos queda por vivir haga justicia al concedido por los astrágalos, la mesura para controlar un exceso de pujanza que podría dar al traste con nuestras ansias de trascender, ahora que por fin lo justo, nos parece tan necesario.
No lamentemos por tanto el alumbramiendo del elegido para corregir nuestra esquela, dar sepultura a los huesos y fisgar en nuestra boca alzada a la caza de una pieza dorada con la que tapar algún agujero indiscreto, coge fuerza para que en el terrible Ulterior sus piernas sostengan sólidas el traje de pino que nos ha de llevar al Valle de Josafat y que no las haga temblar hasta el bochornoso ridículo de entregarnos a la tierra sin haber profanado su vientre, pero entretanto se estira irremisiblemente, sigamos escuchando la brisa del mar, el bohemio sonido de un acordeón en la Calle Real, el incomprensible soliloquio de un borracho en una cantina y contemplando aquiescentes los hermosos amaneceres teñidos de gris, porque el caballero siquiera es aprendiz y hoy todavía presumimos de acomodarnos en los taxi por nuestro propio pie, aunque en el remate, amanezca sin posibilidad de interponer recurso ni exista piedad para los pecadores.