Acompañado por Paul Auster, Evelyn Waugh y Tom Sharpe, pasaré la noche de autos ausente del latrocinio de los hosteleros de la República, aunque alguna que otra botella de whisky almacenada en el mueble bar podría tentarme, no hay que fiarse de los hombres que no beben, ya lo dice mi padre.
Pero mientras decido si patear el hígado por enésima vez, querría desearles suerte a los osados Vizconde y Stone -convencidos seductores de Nochevieja- en su proyecto de encontrar un complemento circunstancial de sexo, a la Bonham-Carter de turno que les de arrope a esas horas en las que los bolsillos se llenan de calderilla y arrecia el frío de la madrugada. Audaces fortuna iuvat, y en caso de que no lo haga, siempre les quedará Casablanca. Suerte a los paladines del bock, y ojo con la incontinencia verbal, no sea que la excesiva sinceridad de al traste con sus facinerosos planes. Nada más, que disfruten.